PNL y Creatividad: de por qué perder una llave te puede servir para encontrar una idea

El otro día escuché la frase «tener un piano no te convierte en pianista» Me encantó, además en el contexto que lo escuché -la paternidad- es absolutamente cierto: para ser padres hace falta algo más que tener hijos.

Pues manteniendo al piano como protagonista me gustaría añadir que «no hace falta saber solfeo para tocar una canción«. Pero no en relación a la paternidad, sino a la PNL (Programación Neurolingüística). Es decir, que no hace falta saber PNL de forma profunda ni estar 100% de acuerdo con lo que dicen para usar alguna de las cosas que dicen.

Y una de esas cosas útiles que nos pueden servir de la PNL es la premisa de que «el cerebro humano funciona de forma parecida a un ordenador, es decir, ejecutando “programas” o estrategias mentales. Ciertas estrategias o programas son más adecuados que otros para resolver determinadas tareas«

Partiendo de esta premisa la PNL propone buscar modelos de excelencia de gente que haya destacado en algún campo y modelarlos (copiarlos).

Pero para tener ideas creativas yo discrepo un pelín de la PNL. Creo que imitar el comportamiento de alguien que destaque justo por eso está bien, pero no es necesario, ya que TODOS alguna vez hemos usado la misma actitud que usan esas personas que consideramos brillantes para encontrar ideas creativas, pero la diferencia es que la usamos para otras cosas menos llamativas como por ejemplo buscar las llaves que hemos perdido dentro de casa. ¿Os ha pasado alguna vez? cuando ocurre, sucede algo muy curioso: tienes la plena seguridad de que están en algún lugar dentro de casa porque sino, no habrías podido entrar. Y ese convencimiento previo es el que te empuja a buscarlas en cualquier lugar que sin él jamás se te habría ocurrido: que si dentro del congelador, que si en el cajón de la ropa interior, que si en la ducha… y así hasta que las encuentras. En cambio, cuando buscamos ideas no somos tan inquisitivos. No hacemos el equivalente a buscar las llaves en la nevera o junto a la ropa interior porque no tenemos la confianza ni la certeza de que las vamos a encontrar, y esa duda, esa falta de confianza nos invita a ser menos exigentes, a buscar menos. En sitios menos atrevidos y además, con menos intensidad. Y muchas veces el resultado es que no encontramos las ideas que buscamos, simplemente, porque no las buscamos con la misma actitud con que buscamos las llaves perdidas, con la seguridad de que vamos a encontrarlas cueste lo que cueste.

Así que si la única diferencia es que buscamos las llaves hasta que las encontramos y con las ideas no hacemos lo mismo,  deberíamos empezar a buscar las ideas como si estuvieran perdidas. A lo Indiana Jones y su arca.

Manos arriba esto es un "storytelling"

spreadshirt.es

Lo reconozco, me declaro públicamente víctima de un robo, pero no a mano armada, sino a «historia contada». Ayer por la tarde fui a una tienda decidida a comprarme un Rimmel. Confieso que en lo referente a máscaras de pestañas soy bastante promiscua, así que a pesar de que el último que había probado me gustaba bastante llamé a una amiga mía de esas que sabe más que Google de maquillaje y me recomendó que me comprase el They’re real de Benefit. Y allá que voy yo con el nombre de la máscara apuntado y sin la intención de comprar nada más cuando le pido a la dependienta el producto en cuestión. Mientras me lo saca me dice que es su segundo producto estrella. Y claro, no puedo evitar preguntar por el primero. Y aquí es donde empieza el atraco en forma de «Storytelling». Me cuenta que la marca la inventaron dos hermanas gemelas en San Francisco, que hartas de ser actrices y modelos decidieron probar suerte en el mundo de la coméstica y que su best seller -que es un colorete líquido que puede usarse también como pintalabios- nació a raíz de un encargo de una bailarina exótica (Stripper) que necesitaba un producto que le mantuviera los pezones sonrosados toda la noche. Y de la preocupación de una stripper por sus pezones a la tranquilidad de las gemelas porque ese producto se ha convertido en bestseller, y de las usuarias,  ya que mantiene a las mejillas sonrojadas un tiempo muy superior al de otros productos.

Y claro, yo que soy de esa que se compra el dentrífico de los dentistas, como para no comprarme ese «rubor líquido» después de escuchar la historia!!!

El storytelling es una herramienta muy usada por las marcas en los anuncios. La mayoría de anuncios nos cuentas historias y no características de los productos, porque las historias conectan con las emociones y decir cómo es un producto, no tanto. Lo curioso es que por primera vez he visto esta técnica en un punto de venta. Y funciona. Mis mejillas dan fe de ello.

Las historias generan empatía. Es indudable. Prueba de su éxito son las religiones, que se transmiten invariablemente a través de historias. Religiones completamente diferentes en doctrina comparten en común este método. La mayoría de empresas tienen una historia que contar sobre cómo nacieron, las famosos garages de Silicon Valley o el cabreo de Zuckerberg. Pero lo curioso es que las que no lo tienen, lo compran. Por ejemplo, a mucha gente le suena que Ebay -la mítica web de subastas de productos- nace porque la mujer de su fundador, Pierre Omidyar, era una apasionada coleccionista PEZ, y quería contar con una bolsa online en la que poder intercambiar figuras de la marca. Pero la realidad es que , según un extrabajador de Ebay, Rogelio Bernal , se trata de una historia que se inventa el departamento de marketing dos años después de su fundación y que se mantiene a día de hoy. Lógico.Y es que, a los hechos me remito, es innegable que lo de contar cuentos, a la hora de tomar una decisión, cuenta. Y mucho. 

San Copérnico, El santo de los innovadores

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Si la Innovación fuese una religión, Copérnico sería un santo. Fijo. Según la sagrada Wikipedia los Santos en la tradición cristiana son como modelos capaces de mostrar a los demás un camino ejemplar. Y, si hablamos de innovación el camino que tomó Copérnico es, ciertamente, muy ejemplar. Y es que, reconozcámoslo, había vida en la innovación antes de Steve Jobs. Y mucha:
Copérnico, además de astrónomo, y cien cosas más, era un clérigo católico lo cuál le hace tener aún más mérito. Mi admiración por este personaje es debida a que hizo algo bajo pena de muerte -por hereje- que la mayoría de nosotros no nos atrevemos a hacer bajo pena de «fracaso»: pensar diferente.

Su aportación a la astronomía fue toda una revolución ya que cuestionó la tesis defendida por la iglesia según la cual la Tierra (y por supuesto el hombre) está en el centro del Universo y el Sol y los demás objetos celestes giran a su alrededor, y se aventuró a decir que realmente era la tierra la que giraba alrededor del sol  ya que sólo de esta forma podían explicarse los movimientos celestes tal y como se observaban.
A nosotros nos da miedo llevar la contraria a nuestro jefe y este señor se atrevió a llevar la contraria casi que a Dios.

Este cambio de índice de referencia para explicar el mundo supuso una revolución tan grande que incluso Kant acuñó el término «giro Copernicano» que hoy en día se usa como sinónimo de cambio radical en cualquier ámbito.

Y como todo santo tendría que tener un día especial. Propongo el 29 de febrero y que sólo se celebrase cada 4 años para recordarnos que personas como él, no abundan.


Una forma de "tocar el futuro"

Stalin decía que una única muerte es una tragedia, pero que un millón de muertes son una estadística. Cuando hablamos de ideas que han revolucionado el mundo siempre pensamos en estadísticas, en ideas revolucionarias que han cambiado millones de vidas como internet, el coche, etc… Pero si lo contrario de tragedia es milagro, se nos olvida que hay ideas que probablemente no sean una revolución y que nunca se conviertan en una estadística, pero que sin lugar a dudas, son un milagro. Son ideas que no cambian la forma de vida de muchas personas, sino que cambian la vida de al menos una persona, pero de forma espectacular, porque después de llevar a cabo esa idea la vida de esa persona es otra . Y hoy quería hablar de una de esas ideas milagro que como mínimo ha cambiado dos vidas: la de Fran Guijarro y la de Moses Carbins. A Fran Guijarro no le conozco personalmente, pero sí conozco a un montón de gente que le admira y le quiere a partes iguales, y eso ya es suficiente. Y a Moses lo conozco a través de Fran. Fran y su equipo cambiaron la vida de Moses, un vagabundo que vive en las calles de San Francisco durante más de dos décadas, cuando hace unos años le eligieron como protagonista del corto I wish, con el que ganaron el premio del público de Notodofilfest. Un corto donde Moses y el optimismo comparten protagonismo si es que logras averiguar cuando acaba uno y empieza el otro.
Fran y su equipo tuvieron una «idea milagro» porque cambiaron la forma de ganarse la vida de Moses, recordándonos que los deseos de unos pueden ayudar a cumplir los deseos de otros. Esa «idea milagro» que tomó vida en forma de corto cambió la vida de Moses. Y convertir ese corto en largo contando cómo ha cambiado de verdad después de 5 años puede cambiar la nuestra. Moses y Fran y su equipo no piden limosna, piden colaboración para poder contar esta historia al mundo. Porque la inspiración puede esconderse en cualquier lugar, y parece que ha decidido este documental que necesita la ayuda de todos para poder ser acabado:  Moses, the movie
Alguien me dijo una vez que cuando a un profesor le preguntaron que a qué se dedicaba contestó: «toco el futuro». La mayoría de la gente se pasa su vida tocando el violín, el piano o los coj* … pero gracias a las «ideas milagro» realmente podemos tocar el futuro. Y no sólo en nuetro.

Viagra para la innovación

En la vida real la píldora azul es la que levanta digamos que el ánimo. 


En matrix la píldora roja era la que, si te la tomabas, de repente conocías la cruda realidad. Pues la cruda realidad con respecto a la innovación es que no siempre innova el que más sabe -aunque saber, ayuda, y mucho- la mayoría de veces quien innova es el que tiene más motivos. 

Así que parece ser que el equivalente a la pastillita azul en el mundo de la innovación es tener un gran motivo. Algo que te mueva.  Y me refiero a gran motivo no en su acepción de bueno, sino de grande. Por ejemplo, el fundador de Facebook dudo mucho de que fuese el mejor programador del campus, pero tenía algo que los demás no tenían: un propósito, quería vengarse de una chica que le había rechazado y por ello en una noche de cabreo acompañado de cervezas creó la que es hoy la red social más importante del mundo. 

Pero si Facebook existe es gracias a un gran innovador que también nos sirve de ejemplo: Charles Babbage (1792-1871) científico británico conocido como “El padre la computación”,  y él mismo atribuye su paternidad a que se dio cuenta que dada la complejidad del mundo, los cálculos necesarios para las diferentes tareas a realizar en las ciencias, tecnología y producción, estaban todos sujetos al error humano y necesitaba crear una máquina que solucionase este problema.


Lo que tienen en común inventos tan dispares es que ambos nacen por un motivo. Es decir con un propósito más allá de ganar dinero.


Si detrás de un gran hombre hay una gran mujer, pues detrás de un gran propósito suele haber una gran idea.


CREATIVITING Lo que la creatividad puede aprender del MARKETING episodio 1

Si existiese un lupanar, burdel o prostíbulo -como quieran llamarlo- habitado por palabras, probablemente nos encontraríamos algunas como coaching, creatividad y marketing compartiendo el que se supone el oficio más viejo del mundo. Y a pesar de lo muy prostituídas que están estas palabras por el uso tan abusivo al que hemos asistido en los últimos tiempos me sigue pareciendo que la creatividad tiene mucho que aprender del marketing. Empezando por el nombre. Y no es que me vaya a declarar proyanqui en este momento, pero me encanta que la palabra que defina a esta disciplina -a pesar de que sea inglesa- sea un gerundio. Porque un gerundio implica acción y cambio.
No sé los kilos de verdad que son necesarios para convertir una opinión en refrán. Pero deben de ser toneladas. Y un refrán que le va al pelo a la creatividad es ese de «En casa del herrero cuchillo de Palo». Y aquí empieza el primer episodio de las cosas que la creatividad puede aprender del marketing. Empecemos por la forma de clasificar. Si la creatividad y el márketing fueran películas el protagonista del primero serían las ideas y el del segundo los productos. Así que veamos como califican a sus protagonistas unos y otros. Probablemente la clasificación más famosa del mundo del marketing es la desarrollada por la Boston Consulting Group y conocida como la matriz BCG que clasifica a los productos según su posición en el mercado en cuatro categorías:
Producto estrella: aquellos que tienen una alta participación en el mercado y una alta tasa de crecimiento
Producto vaca lechera: lo que tienen alta participación en el mercado pero una baja tasa de crecimiento
Producto interrogante: baja participación en el mercado pero alta tasa de crecimiento
Producto perro viejo: baja participación del mercado y tasa de crecimiento nula o negativa.
Por otra parte, en creatividad, cuando se generan ideas se trabaja con una escala que va de «esa idea es una mierda» a «esa idea está de puta madre«.
Y aunque el naming de las clasificaciones parezca un asunto baladí no lo es en absoluto. Las palabras que usamos afectan a nuestro estado de ánimo. Algo que todo el mundo acepta con respecto a la autoestima: no es lo mismo sentirme raro, que diferente, que único, se nos escapa a la hora de calificar a las ideas. Si lo primero que digo respecto a una idea es que es mala, probablemente mi cerebro pierda todo interés con respecto a esa idea ya que la etiqueta de «mala» es una gran disuasora. La primera persona que se dio cuenta de que calificar las ideas en buenas y malas era contraproducente fue el gran gurú de la creatividad
Edwar de Bono que dijo que las ideas no eran buenas o malas que todas tenía lo que el llamó PNI, es decir que todas tenían aspectos Positivos, Negativo e Interesantes. Y fue un gran salto cualitativo. Pero creo que aún podemos ir más allá y aprender del marketing haciendo un naming más divertido (aceptémoslo el método PNI es muy interesante, pero no es muy creativo como naming). Alguna vez sí que he visto algún acercamiento a esta idea y he escuchado el concepto de ideas Cristóbal Colon, las que están muy abiertas a cualquier camino por muy absurdo que parezca para llegar a una solución. Yo he de confesar que el tipo de ideas que más me gustan son las que se podría llamar pez Globo. El pez globo es conocido por su rica carne y por su peligrosidad, ya que es un pez venenoso y si no es cortado por manos expertas que separen el manjar del veneno puede producir la muerte. Pues la ideas pez globo son aquellas que bien elaboradas consiguen un resultado extraordinarios pero que al mismo tiempo su puesta en práctica, sino se hace con excelencia, puede producir daños. Estas son dos pequeñas aportaciones a la creación de una clasificación alternativa a las ideas más allá de buenas o malas. Lo cual, si mantenemos la manera de clasificar tradicional, me parece una gran idea.
¿Alguna sugerencia?

La teoría de los 6 segundos

Ayer escuché en la radio de un taxi que un abrazo debe durar un mínimo de 6 segundos para tenga un impacto químico en el cerebro. Acto seguido tuve que bajarme del coche y empezaron a subirme preguntas a la cabeza. ¿6 segundos? ¿por qué 6 segundos? ¿Eso no es demasiado tiempo? ¿Impacto químico? ¿Qué tipo de impacto químico? ¿Depende del tipo de abrazo? Pero después, me hizo gracia que hubiese una cifra tan exacta para saber si un abrazo consigue tener un impacto químico o no y empecé a pensar en lo útil que sería saber cifras tan precisas sobre cosas que nos interesan. Sobre cosas tan diferentes pero tan cotidianas como conseguir que un cliente quede satisfecho o que alguien se de cuenta de que estás enfadado. Recuerdo un capítulo de House en el que la enferma carecía de sensibilidad física, con lo cual podía morir congelada o quemada sin darse cuenta por eso se fijaba mucho en la gente, en como vestía y cómo se comportaba y preguntaba cada dos por tres si hacía frío o calor. No tener sensibilidad no la salvaba de poder enfermarse.
Esto que a nivel biológico parece una barbaridad creo que es algo que vivimos a nivel personal y profesional diariamente. Cada vez tengo más la sensación de que nos pasamos el día dando abrazos de 5 segundos. Por ejemplo a nivel personal un abrazo de cinco segundos sería mostrarte enfadado con alguien, argumentar desde tu punto de vista a las mil maravillas los motivos de tu enfado y las cosas que quieres que cambien de ahora en adelante y que la otra persona se quede con la sensación de que simplemente «tienes un mal día». Has estado a punto de conseguir que te entendiera, pero no lo has conseguido. A nivel empresarial un abrazo de cinco segundos sería ir a un restaurante, que te atiendan de maravilla, que comas aún mejor pero que sean muy lentos a la hora de traerte la cuenta. Has estado apunto de crear una experiencia muy positiva, pero no has llegado. Y justamente porque no sabemos esa cifra mágica de los abrazos de seis segundos para la mayoría de cosas que hacemos creo que tenemos mucho que aprender de esa enferma del capítulo de Hause que suplía su incapacidad de saber por sí misma si se estaba quemando o congelando fijándose mucho en el comportamiento de los demás y preguntando.
Así que hasta que alguien se dedique a averiguar el equivalente a los abrazos de seis segundos en todas las tareas que cometemos a diario creo que lo mejor para saber si realmente conseguimos transmitir lo que queremos transmitir es fijarnos en la reacción de los demás y si nos falta información, preguntarla directamente. Porque dar abrazos de 5 segundos es como aprobar 49 de 50 asignaturas para tener la carrera. Y tener 49 asignaturas aprobadas en lugar de 50 a efectos prácticos es como no tener ninguna. Así que sólo queda aprender y practicar a dar abrazos de 6 segundos. Que por cierto, es lo mismo que duran de promedio los planos de TV y los orgasmos masculinos. Para que se hagan una idea.

El mejor regalo del mundo


«Escucha, si pudiera hacerte un regalo, un único regalo para toda la vida, ¿sabes lo que te daría? confianza. O eso, o una vela aromática» Esta frase se la dice el protagonista a la protagonista de la peli One day, una película recomendable como son recomendables los restaurantes que hacen especialmente bien únicamente el pincho de tortilla. 

Siempre me han gustado las películas de Woody Allen, especialmente las que él hacía de actor y director y de repente las paraba él mismo para dejar de actuar como personaje y dirigirse a los espectadores haciendo incisos sobre sus pensamientos dentro de las películas. Seguro que las nuevas tecnologías algún día nos dejarán interactuar con los personajes… hasta entonces sólo nos queda hacer comentarios con los amigos. Porque yo, si pudiera, pararía la película para decirle al protagonista (entre muchas otras cosas, sinceramente) que le regale la vela aromática porque no puede regalarle algo que no le pertenece. La confianza de la chica es suya, y de nadie más que de ella. Y claro que los actos de él pueden influir en ella, y por tanto en su confianza. Pero que yo sepa tener confianza o no, no es como tener un coche. No hay concesionarios de confianza ni posibilidad de pagarla a crédito. Para bien o para mal la confianza sólo se compra con la voluntad de tenerla. Eso a nivel personal. A nivel empresarial es todo lo contrario. La confianza sí es un regalo. Un regalo que cada día, cada hora, cada minuto, nos hacen nuestros clientes si nos lo ganamos. Confianza es que el pedido llegue a tiempo. Confianza es que la descripción del producto coincida con el producto. Confianza es no engañar. Confianza es hacerte responsable (ser capaz de dar respuesta) ante imprevistos. Confianza es devolver el dinero si el cliente no queda satisfecho, porque la confianza por encima de todo es producto de la satisfacción. Confianza es ayudar a tus clientes porque ayudar a tus clientes es ayudarte a ti mismo. Confianza es coherencia. Confianza es estar siempre ahí. Y en momentos difíciles podemos perder muchas cosas que luego podemos volver a recuperar. Pero lo único que no podemos perder, porque es algo que no podremos recuperar jamás, es la confianza que nuestros clientes depositan en nosotros, porque la confianza sólo se pierde una vez.
Me gusta el verbo depositar en referencia a la confianza, porque te recuerda que es algo ajeno a ti que han puesto otros. Insisto, la confianza es un regalo, ganado con esfuerzo, pero un regalo. Quizás el mejor regalo del mundo.

La seducción está en el interior

Hoy voy a hablar de uno de los hombres más seductores de todos los tiempos. Y no, no me refiero a George Clooney, Brad Pitt o al indiscutible Paul Newman. Me refiero a Wiston Churchill. Del gran estadista se ha dicho casi de todo, se ha hablado de su inteligencia, determinación, visión y valentía pero muy pocas veces se ha hablado de lo que probablemente más le ayudó a conseguir lo que se proponía: sus dotes de seducción.
 Sí, esa cara blanca y redonda pegada a un puro escondía a todo un seductor cuya mejor arma era posicionarse ante los demás como cómplice y no como verdugo. Pocos hombres han acumulado el poder que este lord disfrutó en un período de tiempo tan peculiar. Y menos todavía han sido los que han sabido usarlo tan bien. De sus actos se deduce que Churchill prefería seducir a imponer. Probablemente esa capacidad de posicionarse como cómplice cuando lo más fácil era ser verdugo es la que le ayudó a conseguir lo que parecía imposible. La mitad de la biografía de Churchill serviría como ejemplo de esta actitud pero  he elegido una anécdota que en 1982  Los Angeles Times sacó a la luz . Según el periódico en una recepción de la Commonwealth británica el jefe de protocolo observó con asombro como un alto cargo político de un país extranjero cogió uno de los carísimos saleros de plata de la mesa y lo introdujo en su bolsillo del pantalón. El jefe de protocolo, sin saber cómo reaccionar, se dirigió a Churchill y le contó lo que había sucedido. Churchill, británico hasta la médula,  no quiso incomodar al alto cargo extranjero y comenzar un pequeño conflicto diplomático por un simple salero. Pero tampoco quiso renunciar a ese salero de plata que a sus ojos no era tan simple. 
 
Y aquí viene la genialidad: Churchill  con sólo un gesto consiguió que el mandatario extranjero no sólo devolviera el salero, sino que además lo hiciera con una sonrisa en los labios y con una mayor admiración hacia el mandatario inglés. Churchill en lugar de acusarle y obligarle a devolver el salero, prefirió seducirle para que lo hiciera. Para ello cogió el pimentero que hacía juego con el salero, se lo guardó en el bolsillo  y esperó al final de la cena, y cuando ya todos se levantaban se acercó discretamente al «ladrón» y le dijo al oído:
– “Señor, esto se pone feo, nos han visto, creo que lo mejor es que devolvamos los dos los saleros antes de que tengamos un grave incidente” -depositando a continuación el pimentero sobre la mesa.  Acto que fue imitado inmediatamente por el mandatario extranjero amigo de lo ajeno y que salvaguardó al mismo tiempo los saleros de plata de la Gran Bretaña y el honor del invitado.
Dicen que la belleza está en los ojos del que mira. Quizás la seducción esté en la actitud del que actúa.

Viaje al centro de la Felicidad

Me declaro públicamente muy fan de Julio Verne. En su biografía cuenta que de pequeño quería ser viajero. Vivía en Nantes, una ciudad costera y cada vez que veía un barco zarpar, su imaginación se embarcaba con él. Pero su padre, que entendía más de letras que de olas, le prohibió viajar ya que Julio era el primogénito de la familia y como tal debía continuar con el oficio del padre: abogado. Si bien el patriarca Verne impidió que su primogénito se subiese por su propio pie a ningún barco cuando era pequeño, no pudo prohibirle que su propia imaginación le llevase donde ningún barco llegaba: al centro de la tierra. A veinte mil leguas submarinas, o incluso a la luna.


Y precisamente hablando de viajes un nuevo amigo mío se ha ganado mi admiración. Mientras hablábamos de lugares a los que habíamos viajado o a los que nos gustaría viajar, él habló de Buthán.  Buthán es un Estado del SO de Asia que parece inventado por el director de marketing de Coca cola ya que es el único país del mundo que no usa como índice de crecimiento el PIB (Producto interior bruto) sino el FIB (Felicidad interior Bruta) porque están convencidos de que el verdadero desarrollo de una sociedad sólo se alcanza cuando los avances materiales y espirituales se complementan. Elegir Buthán como destino de vacaciones está bien, pero elegirlo como destino de luna de miel está genial. Me encantó cuando nos confesó que lo había estado investigando para irse de luna de miel allí. Y me gustó por coherente, porque me parece todo una declaración de intenciones perfecta para iniciar una vida en común. 

En el mundo de la comunicación miles de profesionales se esfuerzan cada día en crear una imagen de marca en la que todo encaje, en que todo sea armonioso, tenga sentido y de solidez a la marca. Pero estos mismos profesionales se les olvida que a nivel personal ser coherente con los valores que tienes también funciona. Y no estoy hablando de escribir la palabra FELICIDAD en una celda de Excel, estoy hablando de sentarte un minuto al día para darte cuenta de qué te hace feliz y ser consciente del tiempo que dedicas a ser feliz.

El día dura lo que dura y no podemos inventarnos más horas de la que tiene para dedicarlas a hacer eso que nos hace felices (que a veces simplemente se resume en «no hacer), así que… ¿te imaginas dedicar el tiempo que dedicamos a discutir a ser felices? El mundo se llenaría de «Buthanenses» o como quiera que se llamen los habitantes de Buthán.