Me declaro públicamente muy fan de Julio Verne. En su biografía cuenta que de pequeño quería ser viajero. Vivía en Nantes, una ciudad costera y cada vez que veía un barco zarpar, su imaginación se embarcaba con él. Pero su padre, que entendía más de letras que de olas, le prohibió viajar ya que Julio era el primogénito de la familia y como tal debía continuar con el oficio del padre: abogado. Si bien el patriarca Verne impidió que su primogénito se subiese por su propio pie a ningún barco cuando era pequeño, no pudo prohibirle que su propia imaginación le llevase donde ningún barco llegaba: al centro de la tierra. A veinte mil leguas submarinas, o incluso a la luna.
Y precisamente hablando de viajes un nuevo amigo mío se ha ganado mi admiración. Mientras hablábamos de lugares a los que habíamos viajado o a los que nos gustaría viajar, él habló de Buthán. Buthán es un Estado del SO de Asia que parece inventado por el director de marketing de Coca cola ya que es el único país del mundo que no usa como índice de crecimiento el PIB (Producto interior bruto) sino el FIB (Felicidad interior Bruta) porque están convencidos de que el verdadero desarrollo de una sociedad sólo se alcanza cuando los avances materiales y espirituales se complementan. Elegir Buthán como destino de vacaciones está bien, pero elegirlo como destino de luna de miel está genial. Me encantó cuando nos confesó que lo había estado investigando para irse de luna de miel allí. Y me gustó por coherente, porque me parece todo una declaración de intenciones perfecta para iniciar una vida en común.
En el mundo de la comunicación miles de profesionales se esfuerzan cada día en crear una imagen de marca en la que todo encaje, en que todo sea armonioso, tenga sentido y de solidez a la marca. Pero estos mismos profesionales se les olvida que a nivel personal ser coherente con los valores que tienes también funciona. Y no estoy hablando de escribir la palabra FELICIDAD en una celda de Excel, estoy hablando de sentarte un minuto al día para darte cuenta de qué te hace feliz y ser consciente del tiempo que dedicas a ser feliz.
El día dura lo que dura y no podemos inventarnos más horas de la que tiene para dedicarlas a hacer eso que nos hace felices (que a veces simplemente se resume en «no hacer), así que… ¿te imaginas dedicar el tiempo que dedicamos a discutir a ser felices? El mundo se llenaría de «Buthanenses» o como quiera que se llamen los habitantes de Buthán.