Hablar en Tabú: cómo decir mucho diciendo muy poco

Dicen que los juegos se inventaron para aprender. Quizás por eso de niños se juega tanto a mamás y papás, a cocinitas, constructores, polis y cacos, médicos y enfermeras, etc… para ir practicando lo que en algún momento deja de ser un juego para ser nuestra realidad.

El caso es que hay un juego que creo que se juega muy poco y que si nos acostumbrásemos a jugar más a él y a llevar sus reglas a nuestro día a día, estoy segura de que nuestra vida sería bien distinta. El juego al que me refiero es TABÚ, y consiste, de forma muy resumida, en conseguir que otros adivinen palabras mediante pistas y evitando palabras muy evidentes (que en el juego son tabú)… vamos, que trata de conseguir decir cosas de una manera diferente (no evidente) y dejar que los demás lleguen a sus propias conclusiones… Y justo de eso va este post.

Y es que hay algo mágico en hacer que la gente «ate sus propios cabos». ¿Alguna vez habéis tratado de convencer a alguien de algo? La mayoría de las veces suele ser muy difícil, por eso, mucho mejor que decir a alguien que no tiene razón, es darle datos (pistas) para que «razone por sí mismo» a tu favor… Además el grado de veracidad que damos y el apego que tenemos a las conclusiones que sacamos por nosotros mismos es muy superior a que si esa información nos llega directamente  de los demás.

Por ejemplo si una persona me dice que es muy inteligente lo más seguro es que lo dude, sin embargo, si en lugar de decírmelo me lo demuestra de alguna forma: con un razonamiento brillante o un comentario acertado, lo más seguro es que yo llegue a la conclusión de que en verdad es muy inteligente y lo más seguro es que no me quede ninguna duda.

Y «hablar en tabú» va precisamente de eso: de en lugar de decir, dar pistas (acciones) para que los otros digan (aten sus cabos).

Hay muchísimos ejemplos de personas que hablan en tabú. Pero como ayer fue el día del libro me voy a centrar en libros. En verdad no sé mucho de presentaciones literarias, pero la que hizo Phil Jackson de su libro me parece muy difícil de superar: todo un ejemplo de hablar en tabú que dejó a todo el mundo sin habla.

Para los que no le conozcan Phill Jackson es el Mickael Jordan de los entrenadores de baloncesto, la persona que más anillos ha conseguido como técnico del universo NBA. El caso es que este señor acaba de escribir un libro titulado 11 anillos y para promocionarlo decidió abrir una cuenta de twitter @philJackson11 y escribir este tweet:

tweet jackson

Un tweet en el que aparecía el nombre de su nuevo libro escrito con muchas faltas de ortografía, detalle que no pasó desapercibido y que dio aún más notoriedad a la apertura de la cuenta de este gurú del basket en twitter… El caso es que este asombro apenas 24 horas más tarde se convirtió en absoluta admiración cuando volvió a escribir otro tweet en el que ponía «mucho mejor» -esta vez sin ninguna falta de ortografía- junto este enlace: aol.it/10lkjGj  que recomiendo que veáis porque en él aparece Phil Jackson hablando tabú, es decir, diciéndolo todo sin decir nada, pues sale desvelando el motivo de sus faltas de ortografía en su primer tweet: sus once anillos (que dan título al libro) no le dejaban escribir correctamente…. GENIAL. Haber dicho en su idioma natal (inglés) que tiene 11 anillos no habría causado ningún interés porque ya es algo que conoce todo el mundo, pero haberlo dicho en tabú, es decir mediante una acción y no una oración ha generado muchísimo interés. Y lo mejor de todo es que cuando hablas en tabú la gente pone las palabras que más les gusta: los que valoran el sentido del humor pensarán que es un cachondo, los que valoran la inteligencia, que es muy listo, y así hasta infinito… Y es que el no poner palabras, sino dar pistas para que las palabras las pongan otros  es una de las grandes ventajas de hablar en tabú ya que cada persona suele elegir la que más valora que no tiene por qué coincidir con la que más valoras tú.

Pero hablar en Tabú no sólo sirve para que hablen de ti, como de forma espectacular ha demostrado Phil Jackson, sino también para hablar a los demás, como Eduardo Lazcano -también de forma espectacular- me demostró a mi. Eduardo es una de las personas que forma parte de  mi lista de personas inspiradoras que ha recibido mi  libro  y al que he dedicado un post, me habló en tabú porque sin decirme nada me lo dijo todo. Simplemente me mandó un tweet con esta imagen:

Me pudo haber dicho que se había leído el libro, incluso que le había gustado, pero prefirió mandarme esta imagen que para mí vale más que mil palabras, que no pudo gustarme más, y que es otro gran ejemplo de «hablar en Tabú» el idioma en cuyo diccionario no hay palabras sino acciones.

¿Y tú? ¿a quién quieres decirle qué en tabú?

Inspiradores por el mundo: Juan Roig o cómo hacer lo de siempre como nunca.

 
Si es verdad eso que dicen que todo el mundo tiene una canción que cuenta su historia, desconozco qué canción sería la que mejor contase la historia de Juan Roig, presidente de Mercadona. Pero si en lugar de «en estribillos» encontrásemos nuestra historia «en personajes de tinta y papel» yo me atrevería a apostar que Roig tendría mucho de la filosofía del sobrino de «el Gatopardo» de Lampedusa: «Todo tiene que cambiar para que nada cambie«- y otro tanto de las habilidades del conocidísimo detective Sherlock Holmes de Sir Arthur Conan Doyle.
Roig ha demostrado muchas cosas a lo largo de todo este tiempo, pero la que más me impresiona es que no tiene ningún miedo a cambiar las cosas para mantenerse líder del sector. Aunque cambiarlas  haya supuesto -en algunos casos- tomar medidas muy polémicas como reducir referencias de marcas de sus lineales, medidas que, además de polémicas, con el tiempo han resultado rentables.
Y es que la mayoría nos quejamos de nuestros jefes, pero Juan Roig que tiene más de 4 millones de jefes (que son los hogares que compran asiduamente en sus establecimientos) no sólo no se queja, sino que ¡les escucha! y aquí es donde entraría su parecido con Sherlock Holmes si cambiamos excentricidad por practicidad y la dirección del sentido de sus habilidades deductivas: Sherlock mira las pistas del presente y deduce hacia atrás lo que ha pasado y Juan Roig también mira las pistas del presente pero deduce hacia adelante y se esfuerza en detectar lo que pasará.
 
Y es que hay muchas posibles claves del éxito de Mercadona (es la 9ª empresa del mundo en Reputación Corporativa y Roig el tercer empresario español más influyente tras Botín y Ortega) pero creo que esa capacidad de escuchar, y sobre todo, de atreverse a traducir lo que escucha en productos y estrategias, es lo que les ha ayudado a dar el mejor servicio a los clientes, lo que con el tiempo les ha convertido en líderes del sector.
 
Hay muchas historias que «corroboran» esta actitud de escucha, pero me gustaría destacar dos: una la que marca el origen de su archifamosa política de SPB: Siempre Precios Bajos, que se sitúa a principios de los 90, cuando la forma habitual de atraer clientes a los comercios era haciendo agresivas ofertas (incluso perdiendo dinero) de determinados productos. Con este panorama un jefe de planta de Mercadona se dio cuenta de que el producto que más se vendía era una cerveza que no variaba su precio, así que apostaron por esta política de abandonar los descuentos agresivos puntuales por los precios bajos constantes. Política que a día de hoy sigue vigente. 
 
Y la otra historia es mucho más reciente y enormemente ilustrativa de esta actitud. Cuentan que allá por el 2008 cuando la crisis deja de ser una amenaza para convertir en algo muy real, Juan Roig que veía como Mercadona perdía 40 clientes diarios, reunió a sus proveedores para hablar de la situación. En un momento abandonó la sala y volvió a aparecer hablando tranquilamente sin camisa y con la sorpresa de que ninguna de la 80 personas allí reunidas le dijera nada. Así que les preguntó que cómo era posible que nadie le dijera que no llevaba camisa…. y que se refería precisamente a eso, a que no es momento de estar callados sino de ser valientes y de tomar decisiones. La reunión acabó cuando Juan Roig pellizcó su cintura como metáfora de la filosofía que debía seguir Mercadona: haciendo alusión a que todo lo superfluo que no añadiese valor al cliente pero que sí aumentase el precio de los productos debía ser eliminado. Y de esta política han surgido iniciativas como imprimir los prospectos de los cosméticos en las cajas o hacer transparentes las pajitas de los pequeños bricks, que se han ido traduciendo en una bajada de costes orientada a bajar el precio del carrito de la compra.
Juan Roig está tan convencido de que el éxito de su negocio pasa por escuchar al cliente que ese mismo año implantó la Estrategia del Delantal un método basado en aprender de los clientes que toma forma de 13 centros de Co-innovación: una especia de laboratorios de prueba donde se invita a los clientes a usar los productos para ver qué se puede mejorar. Esta información pasa directamente a los proveedores y de allí a los lineales. 

Juan Roig tiene un puesto de honor en mi lista de personas inspiradoras para recibir el libro por haber sabido escuchar y convertir lo que escucha en algo útil para sus clientes, de hecho no se cansa de repetir que: 

“Un despacho es un mal sitio desde donde ver la realidad. Si el cliente y el trabajador están en el supermercado, si quieres aprender, innovar y adelantarte a sus necesidades, debes estar cerca de él, escucharlo y observarlo”.

Su actitud nos inspira a usar menos la boca para quejarnos y más las orejas para estar atento a detectar necesidades reales y esforzarnos en no tener miedo al cambio sino al apalancamiento. Pero, sobre todo, nos enseña a poner toda nuestra atención en ser de utilidad a nuestros verdaderos jefes: nuestros clientes. 

Supersticiones del s.XXI

A nadie se le escapa que las cosas cambian: con el tiempo hemos cambiado nuestra forma de peinarnos, de vestirnos, de relacionarnos, de bailar, de hablar, de vivir, de comer, de besar… hasta nuestra ropa interior ha cambiado:
Sin embargo hay otras cosas que, sin motivo aparente, continúan. Y una de esas cosas es la superstición. Mucha gente opina que ser supersticioso es de analfabetos, otros, sin embargo, consideran que es más propio de supervivientes, ya que en algunos casos el querer evitar la «mala suerte» nos ayudó a sobrevivir como especie. Lo cierto es que, curiosamente, aunque las supersticiones son muy diferentes de unas culturas a otras, la mayoría de culturas son supersticiosas por lo que podríamos decir que la superstición es algo que hemos interiorizado en nuestro comportamiento durante miles de años.

El caso es que en general es mucho más fácil hacer algo que tienes interiorizado de forma diferente que dejar de hacerlo. Nuestras necesidades como sociedad han cambiado así que nuestros símbolos de mala suerte también deberían hacerlo porque ser supersticioso no es malo, lo malo es no elegir bien lo que en verdad da mala suerte..

Por ejemplo, derramar sal era símbolo de mala suerte ya que la sal era un condimento muy preciado pues ayudaba a conservar los alimentos, además no era muy abundante por lo que no había que desperdiciarlo.Pero ahora la sal  no escasea y tenemos otras formas de mantener los alimentos así que ya no tiene sentido mantener esta superstición…

Entonces ¿ qué supersticiones son útiles en el s.XXI?

La lista puede ser infinita, pero lo ideal es que cada uno complete la suya propia. Yo voy a compartir sólo cinco «ismos» que creo que atraen la mala suerte.

El conformismo: Tu ex-compi de pupitre que ahora tiene un trabajo que le encanta no ha tenido más suerte que tú, quizás ha tenido menos mala suerte porque no ha sido conformista y ha estado menos tiempo en el sofá y más tiempo actuando.

– El «tacañismo»: hacer lo justo. Racanear en los esfuerzos. Hacer lo que te piden no lo que eres capaz de hacer.

El «flipismo»: Pasarte el día diciendo lo que vas a hacer y luego no hacerlo: La gente prefiere sorprenderse a decepcionarse así que es mejor no comprometerse a hacer algo que no estás seguro que  vas a hacer, y si no lo haces lo mínimo que tienes que hacer es disculparte. Sino, mala suerte.

El «buenismo»: pasarte la vida haciendo favores sin conseguir que quien los reciba los valores da muy mala suerte. Así como no pedir ayuda para conseguir lo que quieres.

El perfeccionismo absurdo: querer hacer las cosas tan bien que prefieras no hacerlas a mejorarlas poco a poco también atrae la mala fortuna. O quizás ninguna fortuna porque no haces nada.

A ver, que entre ser supersticioso y no serlo, tiene más sentido no serlo, pero si lo eres es muchísimo mejor elegir a qué serlo que no… ¿no creen?