Si existiese un lupanar, burdel o prostíbulo -como quieran llamarlo- habitado por palabras, probablemente nos encontraríamos algunas como coaching, creatividad y marketing compartiendo el que se supone el oficio más viejo del mundo. Y a pesar de lo muy prostituídas que están estas palabras por el uso tan abusivo al que hemos asistido en los últimos tiempos me sigue pareciendo que la creatividad tiene mucho que aprender del marketing. Empezando por el nombre. Y no es que me vaya a declarar proyanqui en este momento, pero me encanta que la palabra que defina a esta disciplina -a pesar de que sea inglesa- sea un gerundio. Porque un gerundio implica acción y cambio.
No sé los kilos de verdad que son necesarios para convertir una opinión en refrán. Pero deben de ser toneladas. Y un refrán que le va al pelo a la creatividad es ese de «En casa del herrero cuchillo de Palo». Y aquí empieza el primer episodio de las cosas que la creatividad puede aprender del marketing. Empecemos por la forma de clasificar. Si la creatividad y el márketing fueran películas el protagonista del primero serían las ideas y el del segundo los productos. Así que veamos como califican a sus protagonistas unos y otros. Probablemente la clasificación más famosa del mundo del marketing es la desarrollada por la Boston Consulting Group y conocida como la matriz BCG que clasifica a los productos según su posición en el mercado en cuatro categorías:
Producto estrella: aquellos que tienen una alta participación en el mercado y una alta tasa de crecimiento
Producto vaca lechera: lo que tienen alta participación en el mercado pero una baja tasa de crecimiento
Producto interrogante: baja participación en el mercado pero alta tasa de crecimiento
Producto perro viejo: baja participación del mercado y tasa de crecimiento nula o negativa.
Por otra parte, en creatividad, cuando se generan ideas se trabaja con una escala que va de «esa idea es una mierda» a «esa idea está de puta madre«.
Y aunque el naming de las clasificaciones parezca un asunto baladí no lo es en absoluto. Las palabras que usamos afectan a nuestro estado de ánimo. Algo que todo el mundo acepta con respecto a la autoestima: no es lo mismo sentirme raro, que diferente, que único, se nos escapa a la hora de calificar a las ideas. Si lo primero que digo respecto a una idea es que es mala, probablemente mi cerebro pierda todo interés con respecto a esa idea ya que la etiqueta de «mala» es una gran disuasora. La primera persona que se dio cuenta de que calificar las ideas en buenas y malas era contraproducente fue el gran gurú de la creatividad
Edwar de Bono que dijo que las ideas no eran buenas o malas que todas tenía lo que el llamó PNI, es decir que todas tenían aspectos Positivos, Negativo e Interesantes. Y fue un gran salto cualitativo. Pero creo que aún podemos ir más allá y aprender del marketing haciendo un naming más divertido (aceptémoslo el método PNI es muy interesante, pero no es muy creativo como naming). Alguna vez sí que he visto algún acercamiento a esta idea y he escuchado el concepto de ideas Cristóbal Colon, las que están muy abiertas a cualquier camino por muy absurdo que parezca para llegar a una solución. Yo he de confesar que el tipo de ideas que más me gustan son las que se podría llamar pez Globo. El pez globo es conocido por su rica carne y por su peligrosidad, ya que es un pez venenoso y si no es cortado por manos expertas que separen el manjar del veneno puede producir la muerte. Pues la ideas pez globo son aquellas que bien elaboradas consiguen un resultado extraordinarios pero que al mismo tiempo su puesta en práctica, sino se hace con excelencia, puede producir daños. Estas son dos pequeñas aportaciones a la creación de una clasificación alternativa a las ideas más allá de buenas o malas. Lo cual, si mantenemos la manera de clasificar tradicional, me parece una gran idea.
¿Alguna sugerencia?