Ayer escuché en la radio de un taxi que un abrazo debe durar un mínimo de 6 segundos para tenga un impacto químico en el cerebro. Acto seguido tuve que bajarme del coche y empezaron a subirme preguntas a la cabeza. ¿6 segundos? ¿por qué 6 segundos? ¿Eso no es demasiado tiempo? ¿Impacto químico? ¿Qué tipo de impacto químico? ¿Depende del tipo de abrazo? Pero después, me hizo gracia que hubiese una cifra tan exacta para saber si un abrazo consigue tener un impacto químico o no y empecé a pensar en lo útil que sería saber cifras tan precisas sobre cosas que nos interesan. Sobre cosas tan diferentes pero tan cotidianas como conseguir que un cliente quede satisfecho o que alguien se de cuenta de que estás enfadado. Recuerdo un capítulo de House en el que la enferma carecía de sensibilidad física, con lo cual podía morir congelada o quemada sin darse cuenta por eso se fijaba mucho en la gente, en como vestía y cómo se comportaba y preguntaba cada dos por tres si hacía frío o calor. No tener sensibilidad no la salvaba de poder enfermarse.
Esto que a nivel biológico parece una barbaridad creo que es algo que vivimos a nivel personal y profesional diariamente. Cada vez tengo más la sensación de que nos pasamos el día dando abrazos de 5 segundos. Por ejemplo a nivel personal un abrazo de cinco segundos sería mostrarte enfadado con alguien, argumentar desde tu punto de vista a las mil maravillas los motivos de tu enfado y las cosas que quieres que cambien de ahora en adelante y que la otra persona se quede con la sensación de que simplemente «tienes un mal día». Has estado a punto de conseguir que te entendiera, pero no lo has conseguido. A nivel empresarial un abrazo de cinco segundos sería ir a un restaurante, que te atiendan de maravilla, que comas aún mejor pero que sean muy lentos a la hora de traerte la cuenta. Has estado apunto de crear una experiencia muy positiva, pero no has llegado. Y justamente porque no sabemos esa cifra mágica de los abrazos de seis segundos para la mayoría de cosas que hacemos creo que tenemos mucho que aprender de esa enferma del capítulo de Hause que suplía su incapacidad de saber por sí misma si se estaba quemando o congelando fijándose mucho en el comportamiento de los demás y preguntando.
Así que hasta que alguien se dedique a averiguar el equivalente a los abrazos de seis segundos en todas las tareas que cometemos a diario creo que lo mejor para saber si realmente conseguimos transmitir lo que queremos transmitir es fijarnos en la reacción de los demás y si nos falta información, preguntarla directamente. Porque dar abrazos de 5 segundos es como aprobar 49 de 50 asignaturas para tener la carrera. Y tener 49 asignaturas aprobadas en lugar de 50 a efectos prácticos es como no tener ninguna. Así que sólo queda aprender y practicar a dar abrazos de 6 segundos. Que por cierto, es lo mismo que duran de promedio los planos de TV y los orgasmos masculinos. Para que se hagan una idea.