Cada mañana cojo el ascensor, me miro al espejo y pienso… Pienso que estoy demasiado blanca, que mi recién estrenado pelo rubio se está poniendo verde, que el color de mi vestido no es tan bonito como lo recordaba…
Vivo en el octavo, así que me da tiempo a pensar muchas cosas.
Pero luego salgo a la calle y me dicen que qué bonito es mi vestido y que les encanta mi homenaje capilar a la vecina rubia. Y entonces me doy cuenta de que no soy yo. Ni mi pelo. Ni mi vestido. Que a ellos no les pasa nada, que a quien le pasa es a mi mirada que está totalmente deformada por la luz del ascensor.
Entonces me doy cuenta de que a veces, me veo y veo las cosas con luz de ascensor. Y que no me da la gana. Así que puestos a deformar, elijo instalarme photoshop en la mirada.