Gramática de la felicidad

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Galeano decía que en lugar de átomos, estamos hechos de historias. ¿y si es verdad que “somos la historia que nos contamos”? A todos nos pasan cosas parecidas, pero no todos las vivimos igual… quizás lo único que nos diferencia sea la forma en que nos las contamos.

¿Y si las personas que son más felices son las que se cuentan las mejores historias de sí mismos, de lo que les pasa y de los demás?  ¿Y si existiese una gramática de le felicidad? La etimología nos muestra el origen de las palabras… pero, ¿y si en lugar de fijarnos de dónde vienen nos empezásemos a fijar a dónde nos llevan? Y es que de alguna manera las palabras son como las canciones, generan estados de ánimo, y los estados de ánimo, sentimientos. Un ejemplo, imagina que no tienes pareja. Ante esta situación puedes contarte dos historias, una de ellas protagonizada por una sensación de soledad y la otra, de libertad. El hecho es el mismo, la forma en que te cuentas ese hecho, no, y los sentimientos que genera el contártelo de una manera o de otra, tampoco.

Y es que de la manera más involuntaria nos contamos historias. Todo el tiempo. Sin pensarlas, y sin ser conscientes de que cada una de esas historias nos construye. De hecho, lo único que diferencia al miedo de la esperanza es la historia que nos contamos sobre lo que va a pasar. Si me diagnostican una enfermedad grave y la historia que me cuento es que voy a sufrir y puedo morir, probablemente tenga miedo. Mucho… Pero si lo que me cuento es que la vida está llena de excepciones y que puede que yo sea una, lo más probable es que lo que tenga, sea esperanza. Quizás no me cure en ninguno de los dos casos, pero mi manera de vivir será muy diferente dependiendo de la historia que me cuente. Ese es el poder de las palabras. Pero no todos somos conscientes de ese poder.

Curiosamente grandes personajes que han pasado a la historia no tienen un común un gran coeficiente intelectual, ni un carisma extraordinario, lo que unía a personas tan dispares era que la mayoría se habían contado una historia de sí mismos, de quiénes eran y de lo que querían conseguir.  De quiénes eran, quizás uno de los más conocidos sea Winston Churchill que aseguraba que «Todos somos gusanos. Pero yo creo que soy una luciérnaga», de lo que querían conseguir, Mohamed Alí, quien afirmaba que Tuve que convencerme a mí mismo de que era “el más grande” antes de que pudiera convencer al mundo”. También hay sabios de las palabras como Juanjo Azcárate que saben utilizarlas como guía en sus acciones, de ahí su maravilloso lema: «ni miedo, ni vergüenza, ni pereza«, y otros como Albert Espinosa que ya en su juventud las utilizaba para convertir un momento muy duro de su vida (tuvieron que amputarle una pierna por un cáncer) en uno muy épico «yo no perdí una pierna, gané un muñón«.

Pero las historias que nos contamos no sólo sirven para construirnos un presente o un futuro, la forma en que contamos nuestro pasado nos afecta en cómo somos, pero hay esperanza ya que como dijo M. Erickson,  “Nunca es tarde para tener una infancia feliz

Curiosamente hoy en día, las dos palabras con mayor número de búsquedas en Google son “Felicidad” y “Amor.”

Nos pasamos la vida buscando la felicidad… pero, ¿y si en lugar de buscarla lo único que tendríamos que hacer fuese «contarla»?