Mistakes wanted


«De los errores se aprende», «Errar es de sabios», «Equivócate otra vez, pero equivócate mejor», «El fracaso es una gran oportunidad para empezar otra vez con más inteligencia.» «No equivocarse es muy fácil, basta con no intentarlo»

El caso es que hay millones de frases dichas por millones de personas más o menos reconocidas por su éxito que sitúan al error, al permiso a equivocarse, como parte del camino de hacer las cosas bien. Como parte (casi imprescindible) del éxito.

Sin embargo si en lugar de fijarnos en lo que decimos nos fijamos en lo que hacemos nos daremos cuenta de que este «culto al error» no es tan evidente en la sociedad actual. De hecho, si es verdad que se aprende tanto de los errores, ¿Por qué prácticamente sólo se publican el resultado de las investigaciones cuando tienen éxito? ¿Acaso no tiene valor hacer públicos «sus errores» si otros pueden aprender de ellos?

¿Alguna vez habéis visto la corrección de una errata en la portada de un periódico? En general lo que hacemos con los errores es esconderlos, como mucho corregirlos y «aquínohapasadonada» por eso me encanta la iniciativa de Donald Ervin Knuth, un matemático reconocido como el ‘padre’ del análisis de algoritmos y uno de los más grandes expertos en ciencias de la computación y Profesor Emérito de la Universidad de Stanfor

Knuth es autor de varios libros muy influyentes en su campo como The Art of Computer Programming, y no sólo está de acuerdo con el valor de los errores, sino que además los «valora» literalmente, a 2,56 dólares para ser más exactos (esta cifra es producto de lo que se le ha reconocido como «humor Geek» ya que «256 centavos son 1 dólar hexadecimal» en algunos de sus libros (la cifra varía para otros)
Si queréis saber más de él http://es.wikipedia.org/wiki/Donald_Knuth
y si queréis ganar algún dinerillo podéis visitar su página aquí


 Recompensar la detección de errores, también tiene su recompensa.

Inteligencia militar no es oxímoron

Es curioso, el diccionario de la Rae se empeña en ignorar palabras que usamos diariamente y sin embargo conserva en sus páginas palabras a prueba del desuso. Oxímoron es una palabra que pertenece a ese segundo grupo. Quizás la estudiamos en lengua en 5º de EGB, pero la mayoría la olvidamos en 6º…
según la academia famosa por limpiar, fijar y dar esplendor Oxímoron es una combinación en una misma estructura sintáctica de dos palabras o expresiones de significado opuesto, que originan un nuevo sentido; p. ej. un silencio atronador. De ahí la broma que se suele utilizar cuando se habla de «inteligencia militar», sin embargo, se podrán meter mucho con el mundo del ejército pero es innegable que a veces tienen genialidades que, por muy tontas que parezcan, no dejan de ser genialidades.
Y una de esas cosas tontamente geniales es la que cuentan en el más que recomendable libro «ideas que pegan» de Chip & Dan Heath . Desde siempre la estrategia y la planificación han estado estrechamente ligadas al mundo militar. De hecho a muchos militares han pasado a la historia más que como militares como estrategas. El caso es que llegó un punto es que el grado de planificación era tan extremadamente detallado y minuciosos que de alguna forma dejó de ser eficaz, porque tal y como se dice en el ejército «Ningún plan sobrevive al contacto con el enemigo» así que para contrarrestar este efecto en los años 80 el ejército estadounidense adaptó su proceso de planificación e inventó un concepto que a mi me parece una absoluta genialidad que llamaron Intención del Comandante (IC)

Le idea era acompañar los minuciosos planes con una breve instrucción en el membrete precisando el objetivo final de la operación. Por ejemplo una IC podría ser «Quebrantar la voluntad del enemigo en la región suroeste» y luego, cada grupo dependiendo de su situación recibiría órdenes mucho más concretas, por lo que la IC orienta a los soldados al resultado final,  no a las acciones que deben seguir paso a paso y que pueden quedar desfasadas en cualquier momento ya que la improvisación forma parte del día. Y saber lo que quieres conseguir, no sólo la acción precisa y aislada que te han mandado ayuda más que mucho a obtener la victoria.
Me ha encantado el concepto de Intención del Coronel. Creo que las empresas irían mejor si se comunicasen usando este código. Y no sólo las empresas, también las personas. Siempre me ha hecho mucha gracia las películas de Woody Allen cuando dobla los diálogos con subtítulos para traducir una conversación nimia en lo que realmente quieren decir. Pues si todos usásemos la IC las pelis de Woody serían más aburridas, pero nuestra vida sería más fácil.
La IC de este post es simplemente recordar que no hay que confundir tareas con metas, que las metas motivan más y mejor. Y mucho más y mucho mejor si están formuladas de forma sencilla.

Alquimia en la "era del Ahora" o cómo hacer visible lo invisible

                                               
«Lo esencial es invisible a los ojos» Quizás esta sea una de las frases más famosas de la literatura universal dicha por Antoine de Saint-Exupéry en boca de su mítico Principito. Sin embargo, en el mundo de los negocios lo esencial es hacer visible lo invisible, y el que lo consigue se convierte en Rey. O en súperhéroe. O en súperpagado….
De hecho, esta tarea es tan importante que incluso los profesionales de la comunicación y el diseño (marketing, publicidad, etc…) se han inventado una palabra que no aparece en el diccionario de la RAE pero que es imprescindible en sus reuniones: «tangibilizar» o lo que es lo mismo, hacer tangible. Y es que las marcas cada vez se parecen más a las personas (como los dueños a sus perros), y las personas -como las marcas- no son lo que dicen que son, sino lo que hacen. Por ejemplo si vemos a alguien con una camiseta como ésta, lo más seguro es que pensemos esto. Una persona tiene que hacer cosas para que nosotros pensemos que mole, y decir que mola no es una de ellas. Lo mismo con las marcas. Una marca no puede decir que es divertida o honesta, tiene que hacer cosas para que la gente llegue a esa conclusión. Y de ahí la importancia de tangibilizar. Por ejemplo hace unos años Google tangibilizó su preocupación por el medio ambiente alquilando cabras para cortar el césped de sus oficinas de California, en lugar de las máquinas cortacésped de siempre. Unas cabras hicieron tangible un valor (la ecología) que quizás con otras medidas no habría sido noticia.

Otro ejemplo tiene que ver con la higiene. Hace unos años era muy difícil tangibilizar que los baños de las habitaciones de los  hoteles estaban debidamente limpios hasta que a alguien se le ocurrió poner el ahora imprescindible precinto sanitario. Un trocito de plástico hizo visible algo que sólo podías dar por supuesto: la desinfección.

Hay millones de ejemplos en este sentido que protagonizan diferentes marcas… Pero prefiero hablar de un pintor que podría haber sido director creativo de cualquier agencia, porque era un maestro de hacer visible lo invisible. La semana pasada en una nutritiva merienda artística organizada por Art & Fun nos hablaron de Hopper, el famoso pintor americano que se ha ganado el sobrenombre de «el observador invisible» gracias a su facilidad de pintar de tal forma que convierte al espectador en Voyeaur. Hopper fue un experto no sólo en observar lo invisible, sino también en pintarlo. Por ejemplo, él nació casi a la vez que el alumbrado público, todo un símbolo de modernidad de la época de la que se consideraba cronista, y como cronista de su tiempo la luz eléctrica tuvo un papel fundamental en sus cuadros. Pero el mérito de Hopper no es retratar la luz eléctrica de noche, en el interior de un local, sino de día en el exterior de una casa a plena luz del día. ¿Cómo? dando protagonismo a un poste de luz que en lugar de evitarlo (como hubiéramos hecho nosotros haciendo lo posible por conseguir otro encuadre desde no se viera el poste en el caso de que quisiésemos hacer una foto de la casa) coloca en lugar protagonista. Para que quede patente esa modernidad casi recién estrenada.

Hopper es todo un maestro de esta cualidad casi sobrenatural de hacer visible lo invisible. Una cualidad que casi parece un súper poder tan necesario en la era del ahora que no dudo que si los directores de marketing pudiesen hacer elegir un poder sobrenatural -en lugar de hacer un máster- el poder de tangibilizar sería un firme candidato. 

Hace siglos el rey Midas se hizo famoso porque convertía en oro todo lo que tocaba, curiosamente hoy en día los directores de marketing reciben oro si tangibilizan todo lo que les toca.