«Escucha, si pudiera hacerte un regalo, un único regalo para toda la vida, ¿sabes lo que te daría? confianza. O eso, o una vela aromática» Esta frase se la dice el protagonista a la protagonista de la peli One day, una película recomendable como son recomendables los restaurantes que hacen especialmente bien únicamente el pincho de tortilla.
Siempre me han gustado las películas de Woody Allen, especialmente las que él hacía de actor y director y de repente las paraba él mismo para dejar de actuar como personaje y dirigirse a los espectadores haciendo incisos sobre sus pensamientos dentro de las películas. Seguro que las nuevas tecnologías algún día nos dejarán interactuar con los personajes… hasta entonces sólo nos queda hacer comentarios con los amigos. Porque yo, si pudiera, pararía la película para decirle al protagonista (entre muchas otras cosas, sinceramente) que le regale la vela aromática porque no puede regalarle algo que no le pertenece. La confianza de la chica es suya, y de nadie más que de ella. Y claro que los actos de él pueden influir en ella, y por tanto en su confianza. Pero que yo sepa tener confianza o no, no es como tener un coche. No hay concesionarios de confianza ni posibilidad de pagarla a crédito. Para bien o para mal la confianza sólo se compra con la voluntad de tenerla. Eso a nivel personal. A nivel empresarial es todo lo contrario. La confianza sí es un regalo. Un regalo que cada día, cada hora, cada minuto, nos hacen nuestros clientes si nos lo ganamos. Confianza es que el pedido llegue a tiempo. Confianza es que la descripción del producto coincida con el producto. Confianza es no engañar. Confianza es hacerte responsable (ser capaz de dar respuesta) ante imprevistos. Confianza es devolver el dinero si el cliente no queda satisfecho, porque la confianza por encima de todo es producto de la satisfacción. Confianza es ayudar a tus clientes porque ayudar a tus clientes es ayudarte a ti mismo. Confianza es coherencia. Confianza es estar siempre ahí. Y en momentos difíciles podemos perder muchas cosas que luego podemos volver a recuperar. Pero lo único que no podemos perder, porque es algo que no podremos recuperar jamás, es la confianza que nuestros clientes depositan en nosotros, porque la confianza sólo se pierde una vez.
Me gusta el verbo depositar en referencia a la confianza, porque te recuerda que es algo ajeno a ti que han puesto otros. Insisto, la confianza es un regalo, ganado con esfuerzo, pero un regalo. Quizás el mejor regalo del mundo.