Juan Roig tiene un puesto de honor en mi lista de personas inspiradoras para recibir el libro por haber sabido escuchar y convertir lo que escucha en algo útil para sus clientes, de hecho no se cansa de repetir que:
“Un despacho es un mal sitio desde donde ver la realidad. Si el cliente y el trabajador están en el supermercado, si quieres aprender, innovar y adelantarte a sus necesidades, debes estar cerca de él, escucharlo y observarlo”.
Su actitud nos inspira a usar menos la boca para quejarnos y más las orejas para estar atento a detectar necesidades reales y esforzarnos en no tener miedo al cambio sino al apalancamiento. Pero, sobre todo, nos enseña a poner toda nuestra atención en ser de utilidad a nuestros verdaderos jefes: nuestros clientes.
Supersticiones del s.XXI
El caso es que en general es mucho más fácil hacer algo que tienes interiorizado de forma diferente que dejar de hacerlo. Nuestras necesidades como sociedad han cambiado así que nuestros símbolos de mala suerte también deberían hacerlo porque ser supersticioso no es malo, lo malo es no elegir bien lo que en verdad da mala suerte..
Por ejemplo, derramar sal era símbolo de mala suerte ya que la sal era un condimento muy preciado pues ayudaba a conservar los alimentos, además no era muy abundante por lo que no había que desperdiciarlo.Pero ahora la sal no escasea y tenemos otras formas de mantener los alimentos así que ya no tiene sentido mantener esta superstición…
Entonces ¿ qué supersticiones son útiles en el s.XXI?
La lista puede ser infinita, pero lo ideal es que cada uno complete la suya propia. Yo voy a compartir sólo cinco «ismos» que creo que atraen la mala suerte.
– El conformismo: Tu ex-compi de pupitre que ahora tiene un trabajo que le encanta no ha tenido más suerte que tú, quizás ha tenido menos mala suerte porque no ha sido conformista y ha estado menos tiempo en el sofá y más tiempo actuando.
– El «tacañismo»: hacer lo justo. Racanear en los esfuerzos. Hacer lo que te piden no lo que eres capaz de hacer.
– El «flipismo»: Pasarte el día diciendo lo que vas a hacer y luego no hacerlo: La gente prefiere sorprenderse a decepcionarse así que es mejor no comprometerse a hacer algo que no estás seguro que vas a hacer, y si no lo haces lo mínimo que tienes que hacer es disculparte. Sino, mala suerte.
–El «buenismo»: pasarte la vida haciendo favores sin conseguir que quien los reciba los valores da muy mala suerte. Así como no pedir ayuda para conseguir lo que quieres.
– El perfeccionismo absurdo: querer hacer las cosas tan bien que prefieras no hacerlas a mejorarlas poco a poco también atrae la mala fortuna. O quizás ninguna fortuna porque no haces nada.
¿Cuánto quieres lo que quieres?
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Palabras: armas de construcción o destrucción activa
Para ello se armó de ingenio y de una simple caja de galletas cubierta por una bolsa que ofreció a unos y otros, y que muchos aceptaron encantados, mientras trataba de convencerlos de que las palabras son el arma más poderosa jamás diseñada por el hombre, porque es la única que sin ayuda de nada más es capaz de provocar mariposas en el estómago o todo lo contrario… Los alumnos trataban de digerir la explicación de su profesor al tiempo que masticaban las galletas cuando de repente el profesor para que todos fuesen conscientes de lo mucho que nos afecta llamar a las cosas de una forma o de otra, dejó de hablar, sacó el paquete de galletas de la bolsa y permitió que todos ellos vieran claramente lo que ponía en él: Galletas para perros. Sólo tres palabras hicieron reír a unos, vomitar a otros y, sin duda, convencieron a todos del impacto que pueden producir las palabras en nuestra forma de pensar. (desconozco la autoría y veracidad de esta historia, a mi me la contaron hace tiempo y me encanta contarla cada vez que alguien menosprecia a las palabras).
Nombrar lo mismo con palabras diferentes consigue sugerir en nuestra mente cosas totalmente distintas. Por ejemplo, podemos usar los términos «multinacional petrolífera» o «empresa energética» para nombrar la misma realidad pero sugiriendo significados totalmente diferentes que persiguen una intención bien distinta: ante una encuesta la gente probablemente se muestre mucho más receptiva a una «empresa energética» que a una «explotación pretolífera» ya que la primera sugiere progreso y la segunda contaminación. En economía pasa algo parecido… que tu banquero haga ingeniería financiera, «mola», que defraude o engañe, no. La misma acción descrita de una forma u otra pasa de transmitirnos tranquilidad («Qué listo es mi banquero») a miedo («pues sí que es listo mi banquero, me roba»)
y es que es imposible decir sin sugerir, por eso debemos ser tan cuidadosos hablando de la historia. Para comprobarlo podemos hacer un poco de «historia ficción»: ¿Qué pensarían los americanos si de repente en España empezásemos a llamar a América «Nueva España»? ¿Lo aceptarían sin reservas o pensarían que es una manipulación interesada e inexacta de los acontecimientos? Entonces, ¿Qué debemos pensar nosotros cuando la Corona de Aragón (constituída en el siglo XII) empieza a nombrarse «Corona catalano-aragonesa» a partir del siglo XIX?
Que Woody Allen diga en una de sus películas que ha dado «un narizazo a una rodilla» tiene gracia, que en la web de la Generalitat Catalana diga que «Cataluña la vieja obtuvo por vía matrimonial el Reino de Aragón», no, porque la intención de Woody es muy clara: divertir, pero la de la Generalitat…
Y es que así como los alumnos cambiaron su opinión respecto a las galletas al nombrarlas de otra forma, es inevitable que «renombrar» la historia afecte a nuestra forma de pensar.
Pero el lenguaje además de para separar, puede servir para unir. Hay un ejemplo de «para unir» que me encanta: Luke Bucklin era un empresario americano que estaba convencido de que el título de los puestos de trabajo deberían «empoderarnos» no limitarnos, así que decidió nombrar a todos sus empleados co-presidentes. A pesar de que murió en un accidente antes de poder ver llevada a cabo esta acción sus socios conmemoraron su memoria llevando a cabo su deseo: un deseo de que la gente tomase parte en la empresa, de que se implicase, de que fuese más que el cargo que ponía en sus tarjetas de visita… La preciosa historia se puede leer aquí.
Y es que nombrar las cosas de una forma o de otra crea impactos muy diferentes… El poder de las palabras es ilimitado, por lo que a la hora de comunicarnos y de transmitir debemos elegirlas como si nos fuésemos a casar con ellas… no sea que nos pase como al protagonista del caso Slevin, que después de que le hayan dado una paliza su compañero le dice: «Estoy seguro de que esa boca se ha ganado es nariz.» Así que si no queremos que le pase nada a nuestra nariz, cuidemos lo que sale de nuestra boca…
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Carpe Opportunum
Hay películas que marcan a generaciones enteras. Una de esas películas es el club de los poetas muertos y una de esas generaciones, la mía. Inolvidable cuando el profesor se convirtió un poco en capitán de todos y nos legó toda una filosofía de vida: Carpe diem, aprovecha el momento. Se supone que el latín es una lengua muerta, pero seguro que la he matado un poco más con mi atrevida traducción de lo que yo considero aún un poquito más importante: aprovecha las oportunidades. Y es que ser consciente de que el tiempo pasa y de que nunca más volveremos a ser tan jóvenes como en este instante está muy bien, pero saber que la vida está llena de oportunidades que muchas veces somos incapaces de aprovechar por miedo, por una mal entendida prudencia, por desconfianza e incluso por pereza, también.
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Marcos defiende su libertad de pensamiento y de opinión cada vez que alguno se sorprende que alguien con ese cargo diga libremente lo que opina ante cualquier situación como un ciudadano más, porque, además de presidente de Coca-cola, es persona y como tal libre de expresar su opinión.
Lástima que a Coca-cola no le de por poner en sus lata frases suyas como en los sobrecitos de azúcar porque entre sorbo y sorbo podríamos leer perlas como esta:
Decir lo que uno piensa puede hacernos perder a algunos amigos; callarlo puede hacer que nos perdamos a nosotros mismos.
Ya lo dijo Espronceda:
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.