Desde pequeños hay una pregunta que nos repiten una y otra vez nuestros padres, los amigos de nuestros padres, nuestros tíos, nuestros abuelos, nuestros profesores, vecinos, vecinos de vecinos, etc… : ¿Qué quieres ser de mayor? Cuando nos hacemos mayores sustituimos a familiares, amigos, y demás fauna por psicólogos o libros de autoayuda que nos invitan a darle una vuelta a esa pregunta y reconvertirla en esta otra: ¿Cuál es tu sueño? Y aquí empieza toda la literatura sobre que lo único que diferencia a un sueño de un objetivo es una fecha, o que nada motiva más que un sueño, que lo único importante para conseguir lo que quieres es saber lo que quieres, etc, etc, etc…
Bien, vale. Imaginemos que después de haberle dado muchas vueltas ya sabemos lo que queremos… Y ahora qué? eh? eh? eh? ahora qué? Pues cada vez estoy más convencida de que cuando empiezas a tener claro lo que quieres sólo necesitas ser consciente de cuánto lo quieres, es decir, de saber qué estás dispuesto a hacer para conseguir tu sueño/meta/objetivo.
Y es que todo el mundo habla del éxito y de la importancia de saber lo que quieres para alcanzarlo (y aquí se une lo de buscar algo que te haga feliz, echarle pasión, etc…). Pero si el éxito fuese una ecuación matemática, sería una ecuación de segundo grado pues tiene dos incógnitas: una, saber «qué» quieres y la otra, saber «cuánto» lo quieres, es decir, qué estás dispuesto a hacer (y también muy importante, a dejar de hacer) para conseguirlo.
Por ejemplo, Santiago Segura tenía muy claro «qué» quería: ser director de cine. También tenía muy claro «cuánto» lo quería: 100%, por eso lo dio absolutamente todo para conseguirlo. Y cuando digo todo es todo, y dentro de ese todo cabe pasar de concurso de TV a concurso de TV para recaudar fondos para poder realizar sus primeros cortos. Algo que a la mayoría de la gente le daría mucha vergüenza, él sólo lo consideraba como un medio para conseguir lo que quería. Y lo consiguió. Quizás le diera vergüenza e incluso miedo o pereza salir en cada concurso que podía. Pero afortunadamente sus ganas de ser director de cine fueron más grandes que sus miedos.
Hay «cuántos» de todos los tamaños. Uno XXL saltó a las noticias hace unos meses. Es un cuánto que me parece espectacular porque todos tenemos un proyecto o una idea que nos encantaría que se hiciese popular… pero ¿Qué estamos dispuestos a hacer para darla a conocer? Es un cuánto disfrazado de vandalismo pero que sobre todo habla de intensidad. El caso es que hay una organización llamada AE911 siglas de Architects and Engineers for 9/11 truth que defiende que el 9/11 las Torres Gemelas fueron destruidas por una serie de explosivos previamente instalados en ellas y no por el choque de los aviones que según ellos sólo fueron una «cortina de humo». Su finalidad no es tanto política de buscar culpables, sino «científica» de buscar explicaciones sobre cómo pasó. El caso es que para dar a conocer esta teoría a nivel mundial, o lo que es lo mismo, para volver a dar luz a este atentado, cometieron otro «atentado» escribiendo las siglas de su organización en el famosísimo cuadro de Delacroix y símbolo por excelencia de la revolución: La libertad guiando al pueblo, con un rotulador permanente negro. La historia completa se puede leer aquí.
Independientemente de lo muy reprochable que sea esta acción (aunque el cuadro no sufrió ningún desperfecto) no puedo dejar de admirar el grado de compromiso que es capaz de adquirir el ser humano cuando realmente quiere y cree en algo…
Y es que a veces los «cuántos» son tan grandes que hasta se vuelven inmortales… En eso precisamente se convirtió el sueño del actor Del Close (1934-1999) que amaba tanto su trabajo que pidió que cuando se muriese su cuerpo fuese donado a la ciencia y su cráneo al arte, ya que lo donó a un teatro de Chicago con el deseo expreso de que fuese usado en las representaciones de Hamlet… Del Close tenía un cuánto infinito.
Pero lo que realmente mola de los «qués» y los «cuántos» es que los puedes cambiar las veces que quieras. (porque cuando cambias uno cambia el otro). Por ejemplo, hace un tiempo mi sueño (mi «qué») era publicar un libro, y quería publicarlo tanto que estaba dispuesta a decirle al editor que si su problema era que tenía miedo de que el libro no se vendiese, que no se preocupase, que la primera edición ya estaba vendida. La verdad es que al final mi editor confió en mi y no hizo falta que comprase la primera edición. Y no es que sea una flipada o que esté forrada como para comprar primeras ediciones a diestro y sisniestro, pero tenía claro que mi «cuánto quería publicar un libro» debía ser mayor a su miedo a que el libro no se vendiese… así que pensé que una forma de vencer ese posible miedo era acabando con él: pensé que si la gente pedía un crédito para comprar un coche como herramienta de trabajo. ¿Por qué no pedirlo yo para comprar un libro que también podría ayudarme profesionalmente? A nadie le sorprendería pedir un crédito para comprar un coche, ¿por qué no pedir una crédito para «comprar» un sueño? Creo que todos tenemos un montón de recursos: ya sea tiempo, dinero o amigos de los que ni si quiera somos conscientes, y que por eso no «usamos». Y también creo que nadie tiene derecho a no hacer todo lo suficiente para cumplir un sueño.
El caso es que una vez ese «qué» (el de publicar un libro) ya está cumplido, he decido cambiarlo por otro «qué»: ahora ya no quiero publicar un libro, ahora lo que quiero es que la gente compre el libro para poder escribir otro libro. Así que voy a empezar «a poquitos» haciendo uso de los recursos que tengo. Tengo más ganas de que el libro se venda que vergüenza de pedir ayuda, así que si ya has leído el libro y te ha gustado, por favor recomiéndalo, si conoces a alguien que trabaje en algún medio de comunicación que podría ayudarme, preséntamelo, si se te ocurre alguna idea para vender el libro, dímela…, si quieres puedes ayudarme a cumplir un sueño de muchas formas, y una de ellas, si aún no lo has hecho, es comprando el libro aquí. 😉
Todo esto para decir que lo principal para cumplir sueños es comprometernos con lo que queremos 100%. Hay una Fábula del management que lo explica perfectamente: dice que a la hora de emprender un proyecto la gente se divide en cerdos o gallinas. Y es que es muy sencillo, imaginemos que tu sueño es un desayuno de huevos con bacon… en ese desayuno queda claro quién se compromete con el sueño y quién simplemente se implica. La vida te da miles de oportunidades día a día para elegir ser cerdo o gallina. Y claro que hay un montón de miedos que nos complican lo de cumplir sueños. Por eso no debemos olvidar nunca que siempre podemos ser más grandes que nuestros miedos.. Al final todo tiene que ver con el amor: con cuánto quieres lo que quieres, con cuánto ames lo que haces. Ya lo dijo Platón, «No hay ser humano, por cobarde que sea, que no pueda convertirse en héroe por amor»… Quizás sea el momento de plantearse echarle menos huevos y más corazón.
Yo necesito comprar un par de libros despues de leer esto, eres genial!!
:)))) ¡me alegra que te haya gustado el post! Mil gracias!!!
«No hay ser humano, por cobarde que sea, que no pueda convertirse en héroe por amor»…
Qué gran verdad, querida.