Hace un tiempo hubo un experimento en el que a unos estudiantes se les daba una carta astral según su fecha de nacimiento… Sorprendentemente la mayoría de los estudiantes resultaron estar de acuerdo o muy de acuerdo con lo que la carta astral decía sobre su forma de ser. Pero lo aún más soprendente fue que todas las cartas eran iguales. Y es que a pesar de que hay infinidad de cosas que nos diferencian a unos de otros también hay otra infinidad que nos iguala. Una de esas cosas en la que no importa la edad, sexo, condición social o sexual es que a todos nos gusta gustar. A lo mejor no a todo el mundo, ni con la misma intensidad, pero entre gustar o no gustar está claro que nos quedamos con la primera opción. Por eso no es de extrañar el hecho de que nos esforcemos mucho en gustar a los demás.
Uno de esos esfuerzos pasa por resultar sexy. «Sexy» es la palabra que hemos importado del inglés para decir «atractivo». Por eso cuando una mujer se viste en plan sexy se viste con la intención de atraer la atención, es decir, de resultar atractiva. El caso es que toda mujer sabe vestirse así a pesar de que no existe un «uniforme sexy». Y es que hay una regla muy sencilla que no falla: destaca lo que te guste más de ti y disimula lo que menos. Es decir, dirige la atención a las partes de tu cuerpo que te gusten más.
Por ejemplo el maquillaje: Si tienes unos ojos muy bonitos pero sin embargo tus labios no los son tanto, resultarás mucho más atractiva si resaltas tu mirada. Lo mismo con la ropa, si tienes unas buenas piernas pero muy poco pecho resultarás más sexy enseñando piernas que no al revés. Es sencillo. Lo curioso de todo esto es que nos esforzamos mucho en resultar sexys a los demás enfocando su atención a dónde queremos, pero ¿Por qué no nos esforzamos en que todo lo que nos parece un coñazo nos resultase más sexy haciendo exactamente lo mismo pero en lugar de jugar con la atención de los demás hacerlo con la nuestra?
La teoría parece sencilla, el sexy thinking simplemente consistiría en dirigir nuestra atención a la parte que nos gusta en lugar de la que no nos gusta. Por ejemplo ¿Cómo podría conseguir que me resultase más sexy cocinar? La idea no es cocinar en plan «pornochacha» con una cofia como única vestimenta. La idea es dirigir la atención a lo que nos gusta y no a lo que no. Por ejemplo, puede que no te guste cocinar porque te parece una pérdida de tiempo, pero sin embargo te gusta comer bien. En este caso deberíamos fijar nuestra atención en el resultado final y no en el proceso. Me explico: quizás tardes lo mismo en ir a trabajar que en cocinar un plato decente (¿media hora?) A la mayoría de las personas esa media hora en coche de casa al trabajo no les aburre, sino todo lo contrario, porque es un momento que no ponen su atención en mover el volante a la derecha, a la izquierda, acelerar, frenar, pitar, insultar, acelerar otra vez, etc… No ponen su atención en conducir (eso lo han automatizado) ponen su atención en la finalidad: llegar a la meta, y en el «aderezo»: escuchar las noticias por la mañana, pensar lo que tienes que hacer durante el día, etc… No sé si a mucha gente lo de conducir les resulta sexy o no, pero sí sé que a la gran mayoría han conseguido automatizar lo que no les gusta y poner la atención en lo que les gusta: llegar a la meta y disponer de media hora para ellos. El sexy thinking en el caso de cocinar consistiría en hacer lo que hacemos para que conducir no nos parezca un coñazo: fijarnos más en la meta (comer rico) que en el proceso (pelar, cortar, freír, etc). Y entretenernos mientras hacemos lo que nos resulta aburrido: escuchar la radio mientras troceas cebollas u ordenar pensamientos mientras sofríes tomate.
Lo que mola del sexy thinking es que se puede usar para lo que queramos: desde que una persona te resulte más sexy o incluso para vender más. Imagina que odias a tu jefe profundamente porque tiene una voz desagradable, el sexy thinking en este caso consistiría en no prestar nada de atención a su voz y sí al contenido de lo que dice o a algo que te resulte mínimamente interesante. Lo que sea, aunque sólo sea su forma de vestir. Lo mismo con tu suegra. Quizás odias que sea tan pesada y dominante con su hijo, el sexy thinking puede ayudarte a dirigir tu atención a no verla como una mandona sino como una mujer que quiere mucho a su hijo y que puede aprender a quererle mejor dándole un poquito más de libertad.
Pero el sexy thinking donde funciona especialmente bien es en el mundo empresa: nuestro éxito dependerá de lo sexy que resulten nuestros productos y servicios a los demás. Y no hablo de prostituir precios hasta el punto de que nadie gane nada, hablo de dirigir la atención hacia lo que hacemos mejor que los demás: si no somos competitivos en precio pero sí en calidad, destaquemos eso. Si no somos competitivos en calidad pero sí en rapidez: destaquemos eso. Y así hasta el infinito.
El arte del sexy thinking consiste en dirigir nuestra atención de forma valiosa, no dejar que nuestra atención nos dirija a nosotros. Quizás no puedes evitar que tu atención se fije en algo que no te guste. Pero no hay absolutamente nada que te obligue a mantener tu atención ahí.
Así que si no quieres que tu vida te parezca un «coñazo»…
Think sexy, my friend
Por cierto,en internet hay mil opiniones diferentes sobre lo que es sexy o no, pero hay una cosa en la que todos coinciden: nada es más sexy que una sonrisa. 🙂
Muy útil e interesante, lo comparto. gracias!!
😉
Las gracias al revés, Carla! :)))