El lamento no alimenta

El otro día hice cena en casa. Hacía calor así que a modo de aperitivo me dio por hacer «Crudités»… Lo que viene siendo verdura cortada con forma de palitos para mojarlos en salsas preparadas (compradas), pero dicho en francés, que suena todo mucho más elaborado y más rico. El caso es que entre mis invitados se encontraba Rosa, una amiga mía del cole, y como vino un pelín antes le pedí que me hiciera de pinche. Así que le di un cuchillo, una tabla y las zanahorias para que empezase a cortar… y mientras estaba en ello le dio por repasar todos los sinónimos que existen del adjetivo «mal», que según ella era exactamente la forma en que cortaba el cuchillo que le di. El caso es que fuimos intercalando esa retahíla de «maldiciones» al mal hacer del cuchillo, con noticias frescas sobre lo que nos había ocurrido desde la última vez que nos vimos, hasta que de repente dejó de maldecir al cuchillo y cambió sus quejas por una petición: ¿tienes un cuchillo mejor? me dijo.  Y sí, lo tenía. Y sí, se lo di. A cambio de una gran lección que me dio ella: vale más una petición mala que una queja buena. Ni una sola de sus quejas me hizo pensar en que podía cambiar ese cuchillo por otro. Y una sola pregunta bastó para ello.

Lo que más me llamó la atención de toda esta historia es lo tolerantes que somos ante las situaciones que no nos gustan. Tuvo que pasar un buen rato en el que no paró de quejarse, hasta que decidió buscar una alternativa. Y jo, creo que eso que le paso a mi amiga con un cuchillo nos pasa a menudo con todo. Creo que se nos da mejor quejarnos que pedir alternativas. Así que la próxima vez que me queje de algo, espero acordarme de mi amiga haciendo crudités y obligarme a dejar de quejarme e intentar buscar una solución que muy probablemente pase por pedir algo a alguien. Porque claro que es más cómodo y fácil quejarse que pedir algo. Pero muy pocas veces (a no ser que se trate de sofás, zapatos y/o similares), más cómodo es sinónimo de mejor…

Stop thinking Big, start thinking Pig

La mayoría de grandes marcas han sido capaces de resumir su filosofía de vida en pocas palabras: «Think different»  Apple, «La chispa de la vida», Cocacola, Just do it, Nike… Quizás las épocas no sean tan diferentes de las marcas y también puedan resumirse en un slogan… aunque probablemente las épocas sean más cambiantes que las identidades de las marcas y justo ahora estemos en un cambio de época. Durante los últimos 15 años en los que hemos asistido a una multiplicación de posibilidades, probablemente el slogan que mejor habría resumido ese momento, y que ha sonado como un mantra en el mundo empresarial sea: THINK BIG. Piensa en grande. Ya no hay límites, el mundo está lleno de posibilidades, todo está por crear, etc… Y está muy bien, pero creo que después de la «fiesta», viene la «resaca»… Ya no es tan fácil conseguir financiación, ni el mercado está tan receptivo, así que quizás estamos asistiendo a un cambio de tendencia: la gente está dejando el Think BIG por el think PIG. ¿Y qué es el Think Pig?. Tiremos de sabiduría popular. Hay una frase muy famosa que dice que  «del cerdo se aprovecha todo, hasta los andares». Y no es ninguna exageración, ya que además de hacer referencia a que toda su carne sirve de ingrediente para un plato u otro, esta frase se cumple más que literalmente ya que partes del cerdo se usan para cosas sorprendentes como su piel para aprender a tatuar y su pelo para hacer jerséis (sólo de una especie en concreto típica de Hungría, pero cuenta)

Así que Thinking Pig es pensar cómo sacar provecho de absolutamente todo lo que nos rodea: desde algo que nos viene dado y que no podemos evitar, a una circunstancia inesperada, a una conducta reiterativa y porqué no, hasta de lo que consideramos desechos…

Empecemos por los desechos. Teniendo al cerdo como Gurú empresarial, podemos recordar cómo nuestros abuelos usaban sus desechos como abono… Y es que aunque no podamos evitarlo vivimos en una sociedad en la que generamos mucha basura, por eso me gusta tanto que cada vez haya más ejemplos de como transformar lo que «sobra» en algo útil. Aquí van dos:

Una marca de cigarrillos cuya colilla contiene semillas de flores. Desde luego no mejora el hábito de fumar pero sí el impacto que fumar produce en la naturaleza.

www.labioguia.com

Otro ejemplo es una campaña muy bonita que hace un tiempo protagonizaron los tornillos de Balay. Y es que las trabajadoras de esta fábrica pensaron en dar valor a las piezas que sobraban convirtiéndolas en joyas y vendiéndolas para productos solidarios:

Pero es que el think pig no habla sólo de desechos, habla también de cosas que pasan desapercibidas, esa que se hacen todos los días y que sólo se valoran cuando dejan de hacerse… por eso es tan bonito detectarlas y darles valor, como hicieron los limpia cristales de este hospital infantil:

 

O a veces simplemente consiste en convertir algo inesperado y a primera vista malo, como un robo, en algo valioso como un anuncio. Tal y como hizo Bernie Ecclestone cuando le robaron el reloj, que aprovechó su cara maltrecha tras el robo como reclamo publicitario:

 

Desconozco si al igual que los humanos usamos a los animales para insultarnos unos a otros, los animales hacen lo propio con los humanos. A saber, desde luego no parece una tarea complicada… Curiosamente en inglés hay una expresión que usa a los cerdos como protagonistas y se usa para mostrar incredulidad: Cuando alguien duda de algo porque le parece imposible, suele decir: And the pigs Fly. Y thinking pig no habla de imposibles cerdos voladores, pero sí de dejar volar nuestra imaginación y tener el valor de dar valor a cosas que pasan desapercibidas y encontrar así nuevas posibilidades.  ¿Te atreves?

Do you speak costumer?

¿Qué fue antes el huevo o la gallina? quizás esta sea la pregunta que más veces se ha hecho el ser humano después del mítico quienes somos, de dónde venimos, a dónde vamos… y no nos engañemos: dónde está el baño.

..Sin embargo con el lenguaje esta duda se disipa: para poder hablar un idioma primero tienes que escuchar para luego poder hablar. De hecho la escucha es tan importante que a pesar de que existan documentos escritos de algunas lenguas muertas, como nunca las hemos escuchado, no sabemos con seguridad cómo se hablaban…

El caso es que nos pasamos la vida aprendiendo otros idiomas: inglés, francés, alemán etc… Pero se nos olvida el idioma que más nos va a ayudar a la hora de vender: el idioma del cliente. Y es que pasamos por alto una cosa fundamental: que la forma en que decimos las cosas tiene una influencia directa en quien la dice y quien la escucha. ¿Que no? Si no te lo crees haz un experimento muy sencillo: primero piensa en una canción que te guste ¿la tienes? muy bien, pues ahora piensa en un problema que te preocupe y ahora intenta «cantar» ese problema tuyo al ritmo de tu canción favorita… Suena diferente ¿verdad?

El caso es que nos pasamos el día hablando a los clientes, pero no en cliente, porque para hablar en cliente primero tenemos que escucharlo mucho y eso es algo que a veces se nos olvida. Y con escucharlo no me refiero a hacer focus group ni encuestas de satisfacción, porque al igual que hay mil formas de hablar existen mil formas de escuchar… y la más sencilla es observar sin más, sin hacer ningún experimento.

Me explico, hay un Famoso experimento de física cuántica que demuestra que el observador afecta a lo observado… pues yo estoy convencida de que algo parecido pasa cuando hacemos encuestas directas a los consumidores… que sus respuestas no es que sean mentira, es que por el mero hecho de ser una respuesta a una pregunta, en ocasiones no son del todo verdad, ya que algunas veces existe una diferencia (aunque sea pequeña) entre lo que hacemos y lo que creemos que hacemos, por eso creo que es tan importante el observar a las personas: lo que hacen y cómo lo hacen, antes que preguntárselo directamente…

Dicen que hay más de 7000 lenguas diferentes, pues yo estoy convencida de que también existen 7000 formas diferentes de que alguien se sienta escuchado… Y hay marcas que esto lo hacen de maravilla…

Un ejemplo tan famoso como ilustrativo son las famosas tiendas Imaginarium cuya puerta es toda una demostración de dominio del idioma cliente:

 imaginaroum

Otro menos famoso pero igual de ilustrativo es una marca de ropa juvenil que hacía este guiño en la etiqueta de lavado a su público objetivo:

etiqueta

Y es que escuchar al cliente va más allá de fijarse en lo que hace y lo que no hace, también tiene que ver (y mucho) con escuchar sus preocupaciones… Un gran ejemplo del uso del idioma cliente es la barra de labios de Chanel, que Coco diseñó especialmente con un cierre muy sonoro porque sabía que una de las grandes preocupaciones de las señoras es que la barra de labios se abriese en el bolso y manchase su interior… Por lo que diseñó una barra que al cerrarse produce un click fácilmente audible y reconocible para asegurar a las mujeres de que está bien cerrado.

 chanel labios

Hay miles de forma de escuchar… Y cada una de esas formas nos puede dar información útil para aprender a hablar en cliente… Pirkei Avot dejó escrito un pensamiento que está a punto de cumplir los dos mil años de antigüedad y que a pesar de ello no ha perdido ni un poquito de actualidad: «Aquellos que se encuentran en presencia de los sabios son de cuatro clases: la esponja el embudo, el colador y el tamiz. La esponja lo absorbe todo. el embudo deja que el líquido entre por un lado y salga por el otro. el colador permite que pase el vino y retiene la hez. Y el tamiz retiene el salvado y deja pasar la harina fina»

Cuanto más y mejor escuchemos no sólo nos volveremos más «políglotas» también nos volveremos más sabios…  Y es que la palabra sabio viene del latín sapere (ejercer el sentido del gusto, saborear) saber viene de saborear el mundo, de degustarlo, de asimilarlo e interiorizarlo… Y eso es lo único que tenemos que hacer para aprender a «hablar en cliente» y que el cliente se sienta escuchado.

Inspiradores por el mundo: Raquel Roca o el poder de vivir en Beta

Siempre he pensado que Linkedin era un poco como un fotomatón donde siempre sales «serio de más» por lo que nunca sales bien… De hecho, mi hermano tenía una teoría a la que llamaba la prueba del fotomatón: según él si una persona era capaz de salir bien en una foto de  fotomatón, (en especial las mujeres, es hombre, qué le vamos a hacer 😉 )  es que era guapa de verdad… Pues yo tengo una teoría parecida para Linkedin: si una persona es capaz de sacarte una sonrisa a través de su perfil de la red profesional por excelencia, seguro que no hay ninguna duda de que será capaz de sacarte una sonrisa aún mayor al natural… Y hasta ahora mi mejor sonrisa «linkediniana» me la ha sacado, sin lugar a dudas, Raquel Roca.

Cuando no creo en el destino creo en la suerte… y con ella no sé si ha sido suerte o destino, porque fue ella quien me contactó porque compartimos editor, Roger Domingo, pero cuando me la encontré por linkedin y vi su presentación, estuve segura de que si no me hubiese contactado ella antes, la habría contactado yo, porque después de leer su perfil dan muchas ganas de conocerla… pero cuando la conoces, te das cuenta de que lo mejor de Raquel no es lo que se ve a través de linkedin: una trayectoria impecable en el mundo del periodismo -actualmente es Redactora Jefe de Cosmopolitan-, lo mejor es lo que no se ve: esa forma tan natural de «crear lazos», y es que aunque Raquel dice que su historia laboral comienza de pequeña, cuando descubrió que devorar libros le dotaba de «superpoderes», lo que calla es el superpoder que detenta en la actualidad, y es que para mi Raquel es «Spiderwoman»: dicen que el material más fuerte creado por la naturaleza es la tela de araña y la manera de hacer de Raquel, su simpatía y empatía, consiguen precisamente eso: tejer redes «invencibles».

Y es que hay una teoría que dice que todos estamos conectados por 6 grados de distancia: que todo el mundo conoce a alguien que conoce a alguien que… Pues conocer a Raquel divide esos grados de distancia entre dos: conocerla a ella te acerca muchísimo a conocer gente interesante, de hecho en este momento está redactando un libro para conectar a crakcs (ella prefiere esa palabra a «gurú») con cracks (gente que quiera mejorar personal y profesionalmente).

Raquel Roca tiene un puesto de honor en mi lista de personas inspiradoras para recibir el libro porque su actitud  nos recuerda que al final lo importante son las personas. Y que no hay nada que enriquezca más a una persona que otra… Y que la vida es Beta, y que a cuanta más gente te abras, más beta es  (beta de cambio y de bonita), porque los cambios son mejores cuando te ayudan las personas…

…Y que la mejor forma de «vivir en Beta» es como lo hace ella: con la mente abierta y los prejuicios cerrados: abriéndose a las personas y a los cambios tejiendo redes, porque Marisol se equivocó de estribillo: la vida no es una tómbola, la vida es una red, y de su forma de hacer red (a base de simpatía y generosidad) podemos aprender mucho de Raquel.

Reglas y creatividad, o por qué lo mejor del sol es el brillo de la luna.

 

Dicen que sin recuerdos no seríamos nadie, o seríamos otros. Que lo que nos hace especiales es lo que recordamos, porque es lo que hemos vivido. En verdad mi memoria no es muy buena, bueno, yo prefiero pensar que es más bien amable y eso la convierte en  selectiva porque no recuerdo muchas cosas… Pero eso sí, las que recuerdo, son especiales. Y hoy quería hablar de un recuerdo en forma de pregunta que, sin saberlo, creo que dio forma al resto de mi vida. La pregunta me la formuló mi tutora del cole cuando yo tendría unos 8 o 9 años… era una pregunta doble con una mitad muy fácil y la otra… bueno, lo que me preguntó fue: ¿A quién quieres más en esta vida? y yo dije: -a mi familia, claro- y ante mi respuesta ella me volvió a preguntar : -¿y cómo saben ellos que les quieres? –  Menuda pregunta, eh! Prometo que mi vida no ha sido otra cosa que una respuesta diaria a esa pregunta… y un intento de formular preguntas parecidas… De hecho, cuando escribí el libro me pregunté ¿Como sabré que ha valido la pena escribirlo? y la respuesta no fue: cuando gane un millón de Euros (se puede ganar dinero de muchas formas) ni cuando sea famosa (también se puede ser famosa de muchas formas) mi respuesta fue: -cuando a alguien que no conozca le pase algo y que gracias a la lectura del libro le haya hecho reflexionar o actuar de forma diferente-.  Y señores, eso pasó el lunes, porque el lunes, Geles García, amiga de mi amigo Javi empezó la semana con un contratiempo y tuvo la amabilidad de mandarme un email para contármelo «Esto es muy de tu blog» me dijo. Así que mil gracias Geles por dar respuesta con tu email a mi pregunta! No sabes la ilusión que me hizo!

Y bueno, con su permiso, aquí reproduzco tal cual lo que me mandó, con lo que no puedo estar más de acuerdo, por cierto:

 ¿Las reglas matan la creatividad?

Tengo un buen día. Me levanto feliz. Es lunes y me gusta, a mí me importa cómo me siento, no el día o la hora que es.

Antes de entrar a trabajar tengo que ir a una oficina de la Administración pública a registrar un documento. No sé muy bien a qué hora abren exactamente, pero estando en España, calculo que sobre las 8:30 ó 9:00.

A las 8:48 ya estoy entrando por la puerta. Al hombre que me recibe le explico que quiero registrar un documento. Es una sala bastante grande, diáfana. Bonita, entra mucha luz. Hay 4 puestos de trabajo y el hombre de la recepción.

De repente asoma una cabecita que me dice, en un tono un poco respingón, que el registro abre a las 9:00h y que hasta esa hora no me puede poner el cuño.

Yo miro mi reloj. Son las 8:49h. Por dentro de mí pienso, que no entiendo nada, qué  más da poner un cuño 11 minutos antes. Me cabreo y me entran ganas de decirle, muy educadamente, que no entiendo por qué sí pueden estar hablando entre ellos del calor que ha hecho este fin de semana en el pueblo de su madre y no me puede poner un maldito cuño once minutos antes y así puedo irme a trabajar antes.

Respiro hondo y finalmente le digo que no hay problema que me espero allí los ONCE MINUTOS. Por dentro de mí estoy pensando que mientras aprovecharé para leer alguna noticia, no quiero enfrentarme a ella porque sé que probablemente tenga que volver otro día a realizar otro trámite.  Al mini segundo pienso que una leche! Que se lo tengo que explicar, que no pienso dejar que se salgan con la suya tan fácilmente y…click!! Me ha iluminado la reflexión: aunque quizá cumplas reglas de un ser divino, no puedes ser capaz de romper una regla y poner un cuño  un día a una persona que no sabe que empiezas a las 9?? Dile que hoy se lo pones pero que por favor otro día se ciña al horario, ni que estuviera yendo todos los días. Entonces he pensado que esas reacciones son muy importantes y dicen mucho de una persona.

Está claro que las reglas son necesarias, si no hubiesen semáforos sería peligroso y un caos llegar a los sitios, pero no tenemos que olvidar que esas reglas las fijan seres humanos como nosotros y que no son inamovibles, que pueden cambiar porque todo y todos estamos en constante cambio.

Las reglas nos encorsetan, nos encasillas y no facilitan la imaginación, (para incumplirlas sí, qué gracioso! ) y luego cuando inevitablemente se rompen o nos las rompen, nos quedamos inmóviles pues no hemos desarrollado lo suficiente la capacidad de reacción.

Si su hija menor llega un día embarazada, qué hará, le dirá que hasta que no tenga más de 18 años no la va a llevar al ginecólogo, o si la pilla fumando un cigarrillo con 14 años, hasta que no tenga 16 hará “ ojos que no ven, corazón que no siente “….pues no! Reaccionará. Y qué pasa , qué esas reglas se pueden romper y otras no…

Pues lo mismo pasa en las escuelas y en los institutos, nos obcecamos en sacar buenas notas, cumplir las reglas sin cuestionar el por qué, sin cuestionar que si es un rollo estudiar quizá es que tengo que crear/pensar cómo puedo estudiar para que me resulte más divertido, con una amiga, con música, con colores, escribiéndolo por los espejos de mi casa, cantando..yo que sé!

 

…¡Qué cierto, eh! Pero la verdad es que aunque lamento mucho el «cabreo de Geles» a las 8:48 de la mañana de un lunes, y que la gente esté más dispuesta a obedecer a las reglas que a su sentido común sin cuestionarse nada, cuando la mayoría de ideas creativas nacen simplemente de atrevernos a cuestionarnos cosas… confieso que hay una parte de mí que se alegra porque Geles haya convertido esos 11 minutos de espera en un post muy útil y en un agradecimiento eterno por mi parte.

Por cierto, la frase «lo mejor del sol, el brillo de la luna» es de una canción de Fito. Y me encanta porque nos recuerda que todos somos un universo y que podemos hacer de soles o de lunas dependiendo del día.

Gracias Geles, por haberme hecho sentir un poco sol con tu bonito brillo de luna.

El secreto del liderazgo: saber poner ruedines

Hablar del liderazgo es casi como hablar de amor… se habla mucho pero cada uno lo entiende  a su manera…

Para ir a un lugar común empecemos por lo que no es:  el liderazgo no es lo que pone en una tarjeta de visita ni en una plaquita en la puerta ni tampoco depende del número de estrellitas o galardones del uniforme…

De las muchas definiciones que hay, la que más me convence lo describe como la capacidad de influir positivamente en otros seres humanos para el logro de una finalidad cualquiera que sea.  Por eso al hablar de líderes se habla tanto de Gandhi como de Hitler, porque tanto el uno como el otro influyeron de forma positiva (en su acepción de demostrable) a otros seres humanos.

La palabra líder viene del inglés, leader significa guía y proviene del verbo to lead que significa guiar o dirigir. Hay muchos artículos que hablan del secreto del liderazgo: para algunos es el carisma, para otros la capacidad de comunicación y entusiasmo, otros hablan de compromiso, e incluso hay quien habla de miedo… Pero para mí el secreto del liderazgo consiste en saber poner ruedines. Me explico, es curioso la de veces que te haces mayor a lo largo de tu vida: creo que todos nos ponemos una línea imaginaria para definir cuándo seremos mayores: cuando vayamos al colegio, cuando se nos caigan los dientes de leche,  cuando no necesitemos manguitos para nadar… Creo que todos en algún momento nos hemos fijado nuestro propio deadline… Supongo que hay tantos como personas, pero apuesto a que en la mayoría hay uno en común: aprender a ir en bici.

Pues verán, yo aún me recuerdo pensando que el día que supiese ir en bici, ese día, dejaría de ser una niña, porque cuando eres niño piensas que no serlo debe molar mucho más. Y de ahí la prisa. Supongo. El caso es que no debía de tener más de cuatro o cinco años cuando quise aprender a ir en bici y mi padre se puso manos a la obra a ejercer de maestro. Cogió mi bici heredada de mi hermano mayor que ya había aprendido y le puso ruedines. El caso es que si en lugar de estar preparando una bici para enseñar a montar a su hija, mi padre hubiese estado en el examen para entrar como mecánico de Ferrari en la Fórmula 1 no sé si le habrían suspendido o le habrían hecho jefe de mecánicos: los puso de tal forma que eran todo un desafío a la armonía… y al equilibrio. Sí había un ruedín a cada lado… pero también a cada altura.. Recuerdo aquella tarde en la que me enseñó a ir en bici como una tarde llena de risas y vacía de accidentes… Quizás por eso la recuerdo muy poco, porque no hubo ningún tortazo memorable… pero lo que recuerdo con absoluta nitidez fue el día en que muchos años después volví a ver aquella «bici coja».

Estaba con  mi padre recogiendo algunas cosas del garage del chalet cuando de repente la vi colgada en la pared. Me hizo mucha ilusión volver a verla después de tantos años así que la descolgué para verla mejor. Y entonces al ponerla en el suelo fue cuando me di cuenta de lo «mal» que estaban puestos los ruidines, y claro, no pude evitar comentarle a mi padre que no había tenido mucha maña y que parecía que en lugar de manos tuviese dos pares de pies porque habría resultado muy difícil poner los ruedines peor…

Pero su respuesta me sorprendió, me dijo que todo lo contrario, que no me equivocase ya que no los habría podido poner mejor: -están lo suficientemente mal colocados para que prefieras encontrar tu propio equilibrio que usarlos como apoyo, y lo suficientemente bien para que te de la sensación de que no te puedes caer aunque en ningún momento hagas uso de ellos… ¿Aprendiste a ir en bici, no?

Muchas veces no eres consciente de momentos importantes de tu vida, y es el tiempo el que con su paso consigue ponerlos en un pedestal. Mi padre cuando me enseñó a ir en bici, al creer en mí, me enseñó a que yo creyese en mí. No me enseñó a ir en bici, me enseñó a aprender por mi misma.

Para mí eso es el liderazgo: enseñar a aprender. Dar elementos visibles que aumenten la confianza y que sea esa confianza la que llegado el momento deje de necesitar más apoyos.

…Porque el liderazgo, al igual que el amor, no se es, se hace.

La creatividad, una cuestión de higiene.

Que al diccionario le faltan palabras no es ningún secreto. Por eso no encuentro el sustantivo preciso para nombrar a aquellas definiciones que sirven para describir a más de un concepto. Porque esto es lo que me pasa con la descripción que hace poco hizo Camilo de Ory sobre la poesía, que sin saberlo, estaba describiendo uno de los fundamentos de la creatividad. Y de la vida.

«A un verso se le puede perdonar que le falte algo, pero no que le sobre: ni una sílaba, ni un silencio. Del mismo modo que una mosca echa a perder una sopa, una mala palabra, una palabra mal puesta, puede echar a perder un poema. Yo abogo por una poesía libre de moscas y de adjetivos superfluos y melifluos. Creo que la poesía y la literatura en general son, en definitiva, y en el mejor sentido de la expresión, cuestión de higiene.«

Y es que muchas veces a la hora de diseñar pensamos en cosas que pueden faltar, y añadimos sin ton ni son intentando agradar a todo el mundo, cuando es bien sabido que cuando tratas de agradar a todos acabas agradando a ninguno: a mucha gente le gustan los deportivos, a mucha gente le gustan las rancheras, pero a muy pocos los «deportivos ranchera». Quizás ha llegado la época de no pensar en lo que nos falta para posteriormente, añadirlo, sino pensar en lo que nos sobra, para posteriormente, eliminarlo, y lo que es lo mismo, simplificarlo.

Y es que a pesar de que durante mucho tiempo la creatividad se ha asociado con añadir, añadir, añadir y añadir lo que ha llevado a empresas como Procter and Gamble a tener más de 50 referencias de pasta de dientes, otra opción es la de eliminar, eliminar, eliminar y eliminar, o lo que es lo mismo: hacer diseños más limpios, en definitiva, más higiénicos que faciliten a los consumidores tanto su elección, como su uso y disfrute.

Pensar en eliminar lo supérfluo, limpiar de pasos innecesarios o funciones que no se usan es hacer al consumidor los servicios y productos más prácticos, más atractivos e incluso, a veces, más baratos.

He aquí algunos ejemplos de creatividad higiénica que tiene un sin fin de aplicaciones: diseño, funcionalidad, precio, oferta, etc…

Higiene en el diseño y la funcionalidad:

Como una imagen vale más que mil palabras os presento tres imágenes que hablan por sí solas   (mis disculpas por no poder citar a su autor, me las mandaron por email como imágenes)

 

apple

google

Imagen1

 

Higiene en la oferta

La higiene en la oferta tiene que ver con reducir las referencia de un mismo producto. Por ejemplo P&G desde hace unos años apuesta por eliminar las marcas marginales, reduciendo líneas de productos y limitando los lanzamientos de nuevos.  Por ejemplo ha reducido las referencias de productos del cabello a la mitad y sin embargo su cuota de mercado ha aumentado en este nicho.

Y es que aunque parece lógico pensar que si tienes el doble de referencias de algo vendas el doble, nuestro comportamiento no siempre entienden de lógica y una de esas veces es cuando nos vemos expuestos a una oferta muy amplia que de algún modo nos paraliza, de hecho, una amplia gama de experimentos han demostrado cómo el exceso de información y opciones, lejos de ayudarnos a tomar una decisión satisfactoria, la complican y nos perjudica.

Quizás el más famoso de estos experimentos lo realizaron hace unos años  Sheena Iyengar y Mark Lepper en un supermercado: fingiendo que estaban haciendo una promoción de mermeladas de sabores exóticos, expusieron a la venta varios tipos distintos. En el primer experimento se limitaron a ofrecer seis mermeladas distintas; y en el segundo ampliaron a 24. Cuando compararon el comportamiento de los consumidores observaron diferencias llamativas: en el primero el 30% compró alguna de las seis mermeladas exóticas; en el segundo, tan sólo compró el 3%. El experimento confirmó la hipótesis de que cuando los consumidores se enfrentan a un número excesivo de alternativas, a menudo renuncian a cualquiera de ellas y acaban por no comprar…

…E incluso por no comer. O acaso no os ha pasado alguna vez eso de ir un restaurante pedir la carta y que sea tan larga que de repente se os acorte el hambre? Quizás por eso cada vez son más abundantes los restaurantes especializados en un sólo plato como el http://www.themeatballshop.com en Nueva York donde sólo puedes comer albóndigas o el restaurante http://www.pomze.com/ cuya peculiaridad es que en su carta la manzana siempre es el ingrediente principal. Estos restaurantes nos parecen creativos por ser distintos, y precisamente han llegado a ser distintos no añadiendo nada nuevo, sino suprimiendo, es decir, limpiando, simplificando… A un nivel menos radical cada vez es menos raro en España ver restaurantes típicos de menú que en lugar de ofrecer tres platos distintos a elegir ofrecen sólo uno lo cual les permite ajustar más sus precios, servir más rápido y que los clientes se rompan la cabeza pensando qué pedir.

Higiene en el precio:

Que la gente pague por lo que consuma, parece un principio de la constitución, pero a veces las tarifas son tan complicadas que parece que vayas a sacarte un postgraduado en matemáticas y no a apuntarte a un gimnasio: que si tarifa de fin de semana, de entre semana, completa, con clases, sin clases, que si eres estudiante, que si estás jubilado… hay tantas posibilidades distintas que casi sudas más encontrando la que más se adecua a tus necesidades que en un clase de spinning.

Y que cada persona pueda encontrar una tarifa que se ajuste a sus necesidades puede estar muy bien, siempre y cuando las posibilidades no sean exageradas porque una oferta demasiado amplia puede traducirse en una no compra: una investigación de Aner Sela y Jonah Berger   “Attribute Quantity Influences Option Choice”,   demostró que cuanto más difícil es una decisión de tomar, más importante, asumen las personas que es. Y reconozcámoslo: cuando das a algo mucha importancia te lo piensas más. En contraposición a una oferta demasiado específica están las tarifas planas de los servicios o algo que no había vista hasta ahora y que ya me he encontrado un par de veces: las tiendas con todo a un mismo precio: la evolución de las tiendas de 20 duros pero con pretensiones. Por ejemplo en Valencia han abierto una tienda de ropa y complementos en la calle Colón (la más comercial) en la que venden bolsos, zapatos, vestidos, camisetas etc a 20€. Lo curioso es que por ejemplo en zara puedes encontrar camisetas y chaquetas más baratas pero quizás el que todo valga lo mismo te hace la decisión de compra mucho más sencilla y acabas llevándote más de una prenda…

Higiene en la comunicación:

Aquí la limpieza en la comunicación, es decir, el comunicar un mensaje claro y sencillo va acompañado de una buena dosis de humor:

gim

Me gusta el concepto de higiene en la creatividad porque invita a hacer todo lo más limpio posible lo que se traduce en el diseño de productos y servicios sencillos y fáciles de entender, pero también en hacer realidad la máxima de menos en mas, es decir, intentar alzancar lo máximo con el mínimo de recursos. A la hora de comunicarnos sería hablar en «modo twitter» y no en «modo blog» es decir ser concretos y decir mucho con muy poco…

Y ya que he empezado el post con las palabras de un poeta, que sean las palabras de un genio de la literatura el que lo acabe:

La falta de sencillez lo estropea todo.
MIGUEL DE UNAMUNO

La erótica del NO

¿Qué comprarías antes, una carne 98% libre de grasa u otra con un 1% de grasa? Si perteneces al común de los mortales lo más normal es que te hayas decantado por la primera opción a pesar de que tiene el doble de grasa que la segunda… ¿por qué? porque somos los tataratatarataradescendientes de aquellos que eran capaces de detectar el peligro y huir de él. Con esto no quiero decir que todos seamos descendientes de cobardicas, sino de precavidos, y la forma más fácil de ser precavido es identificar lo que no te gusta y evitarlo. Por ejemplo, eres precavido cuando identificas nubes en el cielo y coges un paraguas para evitar mojarte. Eres precavido cuando coges un taxi porque llegas tarde a una reunión, para evitar buscar aparcamiento y llegar aún más tarde. Identificar lo que no es bueno para nosotros ha contribuido a nuestra supervivencia. Y como somos unos supervivientes algo de esa capacidad metida en el subconsciente de evitar cosas que no nos gusta, queda. El caso es que como todas las herencias ésta también tiene sus consecuencias: somos más receptivos  a evitar mucho de lo que no nos gusta que a aceptar un poco de lo que nos gusta por eso una carne  con un 98% libre de materia grasa nos parece más atractiva que otra con un 1%, aunque tenga el doble de materia grasa que la segunda (y sea la mitad de sana) pero eso a simple vista se nos escapa. Y no es que seamos simples, es que simplemente muchas veces profundizamos poco a la hora de tomar decisiones relacionadas con comprar, lo cual nos puede servir para vender y para convencer. La misma carne presentada de una forma u otra, haciendo hincapié en lo que tiene o en lo que no tiene, no parecerá más o menos apetecible. Se trata de una trampa cognitiva, el equivalente a la miel para atraer a los osos o el queso en el caso de los ratones. La forma de decirlo es lo que nos lo hace atractivo. Por eso a la hora de vender o convencer resaltar lo bueno que tiene tu producto o tu servicio está muy bien, pero resaltar lo que no tiene que a la gente no le gusta también. Y cuanto más grande sea aquello que no le gusta a la gente y que evitas haciendo uso de tu producto, mejor. Nos atrae evitar lo que no nos gusta, en eso precisamente consiste la erótica del NO. Pero la erótica del NO no sólo sirve para vender o convencer, también es muy útil a la hora de diseñar productos o servicios, así que cuando quieras diseñar algún producto o servicio piensa en lo que NO te gusta de productos o servicios parecidos y elimínalo. Hay muchos productos en este sentido: bebidas sin azúcar añadido, comida sin conservantes ni colorantes, servicios sin lista de espera, etc…

Además esta forma de pensar a la hora de diseñar o comunicar va muy en línea con algo que escribió en un pentagrama el señor Andrés Calamaro y que podría ser el estribillo de la canción que cuenta la historia de mucha gente:

«No sé lo que quiero, pero sé lo que no quiero»

Pensar en lo que no te gusta, e incluso en lo que odies de un producto o servicio, puede ser un buen punto de partida para mejorar algo. Así que si estás pensando en montar algo acuérdate de la erótica del NO, porque detrás de un Odio, puede haber un buen Negocio.

¿Cuál es tu miedo? ¿y el suyo?

El miedo condiciona la conducta. La nuestra y la de los demás. Curiosamente el miedo puede ser el mayor de nuestros lastres y frenar nuestras acciones o, por el contrario, convertirse en el mayor de nuestros impulsores…

Me gusta imaginarme a los miedos como peces: un pez grande se come a uno pequeño ¿no? pues exactamente lo mismo pasa con los miedos: uno mayor se come a uno menor. Me explico, puede que un miedo te paralice de alguna forma, si es así lo interesante es buscar un miedo aún mayor que te impulse.

He de reconocer que esta forma de ver el miedo me ha convertido en protagonista de alguna que otra escena surrealista. Y es gracioso porque cada vez que me han dicho que he hecho algo valiente, lo que me ha motivado a hacerlo no ha sido otra cosa que el miedo. Por ejemplo,  una de esas veces fue hace un tiempo en el metro de Madrid. Ese día –como casi cualquiera- había muchísima gente. Me recuerdo de pie al lado de la puerta sosteniendo el bolso con los brazos estirados y pegados a mí para ocupar el mínimo espacio posible, probablemente pensando en la superpoblación del planeta cuando de repente veo claramente como un “señor” (nótese las comillas en la palabra señor) ¡¡introduce su mano en mi bolso!!. Después de repetirme interiormente “esto no me está pasando a mí”, “esto no me está pasando a mí” recordé que en el bolso tenía una memoria USB en la que había grabado un trabajo al que había dedicado mucho tiempo y esfuerzo y que no tenía grabado en ninguna otra parte. Una lucha de miedos se empezó a gestar en mi mente, el miedo al ladrón  y el miedo a perder todo ese trabajo que tanto me había costado hacer. Y por lo visto debió ganar ese último miedo, porque justo en ese momento se abrieron las puertas del metro y el “presunto ladrón” -que ya se había dado cuenta de que le había visto-, salió, entonces yo, o más bien mi mano -porque prometo que no soy consciente de haber dado esa instrucción a mi mano- se metió en el bolsillo trasero del vaquero del que había metido su mano en mi bolso y le extrajo su cartera. Claro, de repente todo el mundo se quedó mirándome hasta que yo le dije que no le devolvía su cartera hasta que no hubiese comprobado que no faltaba nada de mi bolso. Y efectivamente, no faltaba nada. Llega a pasar un policía en ese momento y la ladrona habría parecido yo. Pero bueno.

Este es un ejemplo -tan tonto como ilustrativo- de cómo manejar nuestros miedos… Pero ¿cómo manejar los miedos de los demás? Mucha gente no actúa de determinada forma o no  compra nuestros productos o servicios por miedo. De hecho hay millones de miedos que nos frenan pero me voy a centrar en dos de los más comunes:

miedo a equivocarte.

– miedo a que te engañen.

Ante este panorama lo primero que tenemos que hacer es detectar el miedo y una vez detectado tenemos dos opciones: plantear un miedo mayor o, en el caso de que se pueda,  acabar con ese miedo.

Empecemos con la primera opción. Quizás alguien no nos compra un producto o servicio por el miedo a equivocarse: «¿y si encuentro otro producto que me guste más?» «¿Y si lo encuentro en otro sitio más barato?» A la hora de ir a comprarnos algo a veces nos asaltan una serie de dudas y acabamos no comprando. Pero muchos grandes vendedores saben que hay un miedo mayor que el miedo a equivocarse: el miedo a perder. Este miedo es conocido como «aversión a la pérdida» y fue estudiado por los psicólogos Amos Tversky y Daniel Kahneman, este último premio nobel de Economía (2002).

Su teoría se basa en que perder 100€ nos cabrea mucho más que lo que nos alegra ganar 100€. Y que justo por eso un argumento de venta es señalar lo que pierdes si no realizas la compra. Por ejemplo,  imagina que vendes un material aislante, tus opciones de venderlo aumentan si en lugar de decir a tus clientes lo que ahorrarían en energía les dices lo que pierden sino lo ponen (aunque la cifra sea la misma), el pensar que estás perdiendo algo motiva más que el pensar que lo ganas… Otro ejemplo en este sentido  sería la famosísima frase «puede que la educación sea cara pero aún es más cara una sociedad sin educación».

Tampoco nos gusta perder oportunidades, y aquí entra «lo erótico de lo escaso» ya que lo escaso es percibido como más valioso, de hecho se trata de algo que, por ejemplo, los galeristas conocen muy bien y es por ello que a veces en las exposiciones ponen muchos puntos rojos en cuadros que no se han vendido aún para impulsar las ventas… Y es que puede que te de miedo comprar ese cuadro porque no sabes si se va a revalorizar o si encaja en tu salón, pero el miedo a perder la oportunidad de tenerlo en muchos casos supera al de equivocarse. Este mismo miedo lo hemos visto una y otra vez en las pelis americanas donde hay un vendedor de casas que para forzar la compra siempre se inventa un vendedor para provocar ese miedo a perder una oportunidad… He aquí un ejemplo que no todo lo que pasa en esas pelis es ciencia ficción.

Pero a la hora de manejar miedos (nuestros o de los demás) también hay otra cosa que funciona muy bien una vez los has detectado: erradicarlos. Hay muchos ejemplos en este sentido pero quiero referirme a uno que por bonito y por valiente repite en este Blog. El proyecto se llama IHOMELESS y ya hablé de él cuando dediqué mi post de #inspiradoresporelmundo a Fran Guijarro. El objetivo de este proyecto es acabar con la pobreza gracias a la colaboración de todos. Y para conseguir esa colaboración lo primero que hicieron fue detectar por qué le gente no donaba dinero a los vagabundos y al hacerlo se dieron cuenta de que mucha gente no lo hacía por miedo a que se gastaran ese dinero en drogas o alcohol. Por eso me gusta tanto este proyecto, porque cogen este miedo y casi «como por arte de magia» lo hacen desaparecer… Aunque en lugar de magia, le echaron inteligencia, y para erradicar ese miedo -en vez de usar una varita mágica- han creado una aplicación de móvil que lo fulmina, ya que te permite usar tu dinero para comprar puntos y donar esos puntos a cualquier homeless que se haya apuntado a esta iniciativa. Estos puntos van directamente a una «especie de tarjeta de crédito» que tienen en su poder y que sólo les permite canjearlos por productos de primera necesidad como comida, alojamientos, medicamentos, ropa, etc…. en ningún caso por drogas o alcohol por lo que ya no hay nada que temer en ese sentido. El proyecto está muy bien explicado aquí y es un brillante ejemplo de cómo detectar un miedo y erradicarlo.

Tener miedo es natural, lo que no es natural es que los miedos nos impidan alcanzar nuestras metas. Así que la próxima vez que veas que un miedo te impide conseguir un resultado ya sabes que si no puedes erradicarlo puedes asustarlo con un miedo mejor. Saber detectar nuestros miedos y los de los demás sirve para casi todo: para vender más, para comprar mejor, pero, sobre todo, para actuar.

Mi padre siempre decía que es imposible no tener miedo y que justo por eso hay que ser muy bueno eligiendo a qué quieres temer. Quizás los más valientes son los más miedicas, lo único que tienen miedo mejores.

Hablar en Tabú: cómo decir mucho diciendo muy poco

Dicen que los juegos se inventaron para aprender. Quizás por eso de niños se juega tanto a mamás y papás, a cocinitas, constructores, polis y cacos, médicos y enfermeras, etc… para ir practicando lo que en algún momento deja de ser un juego para ser nuestra realidad.

El caso es que hay un juego que creo que se juega muy poco y que si nos acostumbrásemos a jugar más a él y a llevar sus reglas a nuestro día a día, estoy segura de que nuestra vida sería bien distinta. El juego al que me refiero es TABÚ, y consiste, de forma muy resumida, en conseguir que otros adivinen palabras mediante pistas y evitando palabras muy evidentes (que en el juego son tabú)… vamos, que trata de conseguir decir cosas de una manera diferente (no evidente) y dejar que los demás lleguen a sus propias conclusiones… Y justo de eso va este post.

Y es que hay algo mágico en hacer que la gente «ate sus propios cabos». ¿Alguna vez habéis tratado de convencer a alguien de algo? La mayoría de las veces suele ser muy difícil, por eso, mucho mejor que decir a alguien que no tiene razón, es darle datos (pistas) para que «razone por sí mismo» a tu favor… Además el grado de veracidad que damos y el apego que tenemos a las conclusiones que sacamos por nosotros mismos es muy superior a que si esa información nos llega directamente  de los demás.

Por ejemplo si una persona me dice que es muy inteligente lo más seguro es que lo dude, sin embargo, si en lugar de decírmelo me lo demuestra de alguna forma: con un razonamiento brillante o un comentario acertado, lo más seguro es que yo llegue a la conclusión de que en verdad es muy inteligente y lo más seguro es que no me quede ninguna duda.

Y «hablar en tabú» va precisamente de eso: de en lugar de decir, dar pistas (acciones) para que los otros digan (aten sus cabos).

Hay muchísimos ejemplos de personas que hablan en tabú. Pero como ayer fue el día del libro me voy a centrar en libros. En verdad no sé mucho de presentaciones literarias, pero la que hizo Phil Jackson de su libro me parece muy difícil de superar: todo un ejemplo de hablar en tabú que dejó a todo el mundo sin habla.

Para los que no le conozcan Phill Jackson es el Mickael Jordan de los entrenadores de baloncesto, la persona que más anillos ha conseguido como técnico del universo NBA. El caso es que este señor acaba de escribir un libro titulado 11 anillos y para promocionarlo decidió abrir una cuenta de twitter @philJackson11 y escribir este tweet:

tweet jackson

Un tweet en el que aparecía el nombre de su nuevo libro escrito con muchas faltas de ortografía, detalle que no pasó desapercibido y que dio aún más notoriedad a la apertura de la cuenta de este gurú del basket en twitter… El caso es que este asombro apenas 24 horas más tarde se convirtió en absoluta admiración cuando volvió a escribir otro tweet en el que ponía «mucho mejor» -esta vez sin ninguna falta de ortografía- junto este enlace: aol.it/10lkjGj  que recomiendo que veáis porque en él aparece Phil Jackson hablando tabú, es decir, diciéndolo todo sin decir nada, pues sale desvelando el motivo de sus faltas de ortografía en su primer tweet: sus once anillos (que dan título al libro) no le dejaban escribir correctamente…. GENIAL. Haber dicho en su idioma natal (inglés) que tiene 11 anillos no habría causado ningún interés porque ya es algo que conoce todo el mundo, pero haberlo dicho en tabú, es decir mediante una acción y no una oración ha generado muchísimo interés. Y lo mejor de todo es que cuando hablas en tabú la gente pone las palabras que más les gusta: los que valoran el sentido del humor pensarán que es un cachondo, los que valoran la inteligencia, que es muy listo, y así hasta infinito… Y es que el no poner palabras, sino dar pistas para que las palabras las pongan otros  es una de las grandes ventajas de hablar en tabú ya que cada persona suele elegir la que más valora que no tiene por qué coincidir con la que más valoras tú.

Pero hablar en Tabú no sólo sirve para que hablen de ti, como de forma espectacular ha demostrado Phil Jackson, sino también para hablar a los demás, como Eduardo Lazcano -también de forma espectacular- me demostró a mi. Eduardo es una de las personas que forma parte de  mi lista de personas inspiradoras que ha recibido mi  libro  y al que he dedicado un post, me habló en tabú porque sin decirme nada me lo dijo todo. Simplemente me mandó un tweet con esta imagen:

Me pudo haber dicho que se había leído el libro, incluso que le había gustado, pero prefirió mandarme esta imagen que para mí vale más que mil palabras, que no pudo gustarme más, y que es otro gran ejemplo de «hablar en Tabú» el idioma en cuyo diccionario no hay palabras sino acciones.

¿Y tú? ¿a quién quieres decirle qué en tabú?