Hablar del liderazgo es casi como hablar de amor… se habla mucho pero cada uno lo entiende a su manera…
Para ir a un lugar común empecemos por lo que no es: el liderazgo no es lo que pone en una tarjeta de visita ni en una plaquita en la puerta ni tampoco depende del número de estrellitas o galardones del uniforme…
De las muchas definiciones que hay, la que más me convence lo describe como la capacidad de influir positivamente en otros seres humanos para el logro de una finalidad cualquiera que sea. Por eso al hablar de líderes se habla tanto de Gandhi como de Hitler, porque tanto el uno como el otro influyeron de forma positiva (en su acepción de demostrable) a otros seres humanos.
La palabra líder viene del inglés, leader significa guía y proviene del verbo to lead que significa guiar o dirigir. Hay muchos artículos que hablan del secreto del liderazgo: para algunos es el carisma, para otros la capacidad de comunicación y entusiasmo, otros hablan de compromiso, e incluso hay quien habla de miedo… Pero para mí el secreto del liderazgo consiste en saber poner ruedines. Me explico, es curioso la de veces que te haces mayor a lo largo de tu vida: creo que todos nos ponemos una línea imaginaria para definir cuándo seremos mayores: cuando vayamos al colegio, cuando se nos caigan los dientes de leche, cuando no necesitemos manguitos para nadar… Creo que todos en algún momento nos hemos fijado nuestro propio deadline… Supongo que hay tantos como personas, pero apuesto a que en la mayoría hay uno en común: aprender a ir en bici.
Pues verán, yo aún me recuerdo pensando que el día que supiese ir en bici, ese día, dejaría de ser una niña, porque cuando eres niño piensas que no serlo debe molar mucho más. Y de ahí la prisa. Supongo. El caso es que no debía de tener más de cuatro o cinco años cuando quise aprender a ir en bici y mi padre se puso manos a la obra a ejercer de maestro. Cogió mi bici heredada de mi hermano mayor que ya había aprendido y le puso ruedines. El caso es que si en lugar de estar preparando una bici para enseñar a montar a su hija, mi padre hubiese estado en el examen para entrar como mecánico de Ferrari en la Fórmula 1 no sé si le habrían suspendido o le habrían hecho jefe de mecánicos: los puso de tal forma que eran todo un desafío a la armonía… y al equilibrio. Sí había un ruedín a cada lado… pero también a cada altura.. Recuerdo aquella tarde en la que me enseñó a ir en bici como una tarde llena de risas y vacía de accidentes… Quizás por eso la recuerdo muy poco, porque no hubo ningún tortazo memorable… pero lo que recuerdo con absoluta nitidez fue el día en que muchos años después volví a ver aquella «bici coja».
Estaba con mi padre recogiendo algunas cosas del garage del chalet cuando de repente la vi colgada en la pared. Me hizo mucha ilusión volver a verla después de tantos años así que la descolgué para verla mejor. Y entonces al ponerla en el suelo fue cuando me di cuenta de lo «mal» que estaban puestos los ruidines, y claro, no pude evitar comentarle a mi padre que no había tenido mucha maña y que parecía que en lugar de manos tuviese dos pares de pies porque habría resultado muy difícil poner los ruedines peor…
Pero su respuesta me sorprendió, me dijo que todo lo contrario, que no me equivocase ya que no los habría podido poner mejor: -están lo suficientemente mal colocados para que prefieras encontrar tu propio equilibrio que usarlos como apoyo, y lo suficientemente bien para que te de la sensación de que no te puedes caer aunque en ningún momento hagas uso de ellos… ¿Aprendiste a ir en bici, no?
Muchas veces no eres consciente de momentos importantes de tu vida, y es el tiempo el que con su paso consigue ponerlos en un pedestal. Mi padre cuando me enseñó a ir en bici, al creer en mí, me enseñó a que yo creyese en mí. No me enseñó a ir en bici, me enseñó a aprender por mi misma.
Para mí eso es el liderazgo: enseñar a aprender. Dar elementos visibles que aumenten la confianza y que sea esa confianza la que llegado el momento deje de necesitar más apoyos.
…Porque el liderazgo, al igual que el amor, no se es, se hace.
Hola Diana,
Me ha vuelto a resultar muy inspirador este post, ya que como te indiqué salí muy inspirado y emocionado de la presentación de tu libro, ayer en Coworking. Si bien yo no hubiese usado ejemplos como el de Schwarzenegger, o Hitler, porque aunque sean ejemplos de éxito profesional o liderazgo, han jugado a ser dioses, siendo humanos, y eso me parece detestable y que los desacredita cómo seres humanos y como ejemplos. Pero no quiero que esto sea más que un comentario anecdótico, ya que más allá de ello, me ha encantado lo que he leído o escuchado de tí y te quería felicitar y dar las gracias. Estoy totalmente de acuerdo que tu padre te dió las herramientas y el impulso para que tu sola aprendieses a ir en bici y que eso además de ser el ejemplo de cómo se ha de conducir un gran líder, dice mucho de la inteligencia de tu padre. Es muy acertado que estés tan orgullosa, contenta y reconocida de ser hija de una persona con esas cualidades.
Un Saludo,
Luis Iranzo
:))) Las gracias al revés Luís!
A ver si volvemos a coincidir en el tiempo y en el espacio.
Abrazo!