Reglas y creatividad, o por qué lo mejor del sol es el brillo de la luna.

 

Dicen que sin recuerdos no seríamos nadie, o seríamos otros. Que lo que nos hace especiales es lo que recordamos, porque es lo que hemos vivido. En verdad mi memoria no es muy buena, bueno, yo prefiero pensar que es más bien amable y eso la convierte en  selectiva porque no recuerdo muchas cosas… Pero eso sí, las que recuerdo, son especiales. Y hoy quería hablar de un recuerdo en forma de pregunta que, sin saberlo, creo que dio forma al resto de mi vida. La pregunta me la formuló mi tutora del cole cuando yo tendría unos 8 o 9 años… era una pregunta doble con una mitad muy fácil y la otra… bueno, lo que me preguntó fue: ¿A quién quieres más en esta vida? y yo dije: -a mi familia, claro- y ante mi respuesta ella me volvió a preguntar : -¿y cómo saben ellos que les quieres? –  Menuda pregunta, eh! Prometo que mi vida no ha sido otra cosa que una respuesta diaria a esa pregunta… y un intento de formular preguntas parecidas… De hecho, cuando escribí el libro me pregunté ¿Como sabré que ha valido la pena escribirlo? y la respuesta no fue: cuando gane un millón de Euros (se puede ganar dinero de muchas formas) ni cuando sea famosa (también se puede ser famosa de muchas formas) mi respuesta fue: -cuando a alguien que no conozca le pase algo y que gracias a la lectura del libro le haya hecho reflexionar o actuar de forma diferente-.  Y señores, eso pasó el lunes, porque el lunes, Geles García, amiga de mi amigo Javi empezó la semana con un contratiempo y tuvo la amabilidad de mandarme un email para contármelo «Esto es muy de tu blog» me dijo. Así que mil gracias Geles por dar respuesta con tu email a mi pregunta! No sabes la ilusión que me hizo!

Y bueno, con su permiso, aquí reproduzco tal cual lo que me mandó, con lo que no puedo estar más de acuerdo, por cierto:

 ¿Las reglas matan la creatividad?

Tengo un buen día. Me levanto feliz. Es lunes y me gusta, a mí me importa cómo me siento, no el día o la hora que es.

Antes de entrar a trabajar tengo que ir a una oficina de la Administración pública a registrar un documento. No sé muy bien a qué hora abren exactamente, pero estando en España, calculo que sobre las 8:30 ó 9:00.

A las 8:48 ya estoy entrando por la puerta. Al hombre que me recibe le explico que quiero registrar un documento. Es una sala bastante grande, diáfana. Bonita, entra mucha luz. Hay 4 puestos de trabajo y el hombre de la recepción.

De repente asoma una cabecita que me dice, en un tono un poco respingón, que el registro abre a las 9:00h y que hasta esa hora no me puede poner el cuño.

Yo miro mi reloj. Son las 8:49h. Por dentro de mí pienso, que no entiendo nada, qué  más da poner un cuño 11 minutos antes. Me cabreo y me entran ganas de decirle, muy educadamente, que no entiendo por qué sí pueden estar hablando entre ellos del calor que ha hecho este fin de semana en el pueblo de su madre y no me puede poner un maldito cuño once minutos antes y así puedo irme a trabajar antes.

Respiro hondo y finalmente le digo que no hay problema que me espero allí los ONCE MINUTOS. Por dentro de mí estoy pensando que mientras aprovecharé para leer alguna noticia, no quiero enfrentarme a ella porque sé que probablemente tenga que volver otro día a realizar otro trámite.  Al mini segundo pienso que una leche! Que se lo tengo que explicar, que no pienso dejar que se salgan con la suya tan fácilmente y…click!! Me ha iluminado la reflexión: aunque quizá cumplas reglas de un ser divino, no puedes ser capaz de romper una regla y poner un cuño  un día a una persona que no sabe que empiezas a las 9?? Dile que hoy se lo pones pero que por favor otro día se ciña al horario, ni que estuviera yendo todos los días. Entonces he pensado que esas reacciones son muy importantes y dicen mucho de una persona.

Está claro que las reglas son necesarias, si no hubiesen semáforos sería peligroso y un caos llegar a los sitios, pero no tenemos que olvidar que esas reglas las fijan seres humanos como nosotros y que no son inamovibles, que pueden cambiar porque todo y todos estamos en constante cambio.

Las reglas nos encorsetan, nos encasillas y no facilitan la imaginación, (para incumplirlas sí, qué gracioso! ) y luego cuando inevitablemente se rompen o nos las rompen, nos quedamos inmóviles pues no hemos desarrollado lo suficiente la capacidad de reacción.

Si su hija menor llega un día embarazada, qué hará, le dirá que hasta que no tenga más de 18 años no la va a llevar al ginecólogo, o si la pilla fumando un cigarrillo con 14 años, hasta que no tenga 16 hará “ ojos que no ven, corazón que no siente “….pues no! Reaccionará. Y qué pasa , qué esas reglas se pueden romper y otras no…

Pues lo mismo pasa en las escuelas y en los institutos, nos obcecamos en sacar buenas notas, cumplir las reglas sin cuestionar el por qué, sin cuestionar que si es un rollo estudiar quizá es que tengo que crear/pensar cómo puedo estudiar para que me resulte más divertido, con una amiga, con música, con colores, escribiéndolo por los espejos de mi casa, cantando..yo que sé!

 

…¡Qué cierto, eh! Pero la verdad es que aunque lamento mucho el «cabreo de Geles» a las 8:48 de la mañana de un lunes, y que la gente esté más dispuesta a obedecer a las reglas que a su sentido común sin cuestionarse nada, cuando la mayoría de ideas creativas nacen simplemente de atrevernos a cuestionarnos cosas… confieso que hay una parte de mí que se alegra porque Geles haya convertido esos 11 minutos de espera en un post muy útil y en un agradecimiento eterno por mi parte.

Por cierto, la frase «lo mejor del sol, el brillo de la luna» es de una canción de Fito. Y me encanta porque nos recuerda que todos somos un universo y que podemos hacer de soles o de lunas dependiendo del día.

Gracias Geles, por haberme hecho sentir un poco sol con tu bonito brillo de luna.

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