Una historia de inspiración hecha libro

Hoy hace justo un año que acabé de escribir Inspiritismo. Me acuerdo perfectamente porque decidí acabar de escribir el libro tal día como hoy hace un año, porque hace un año hoy fue el primer cumpleaños de mi padre que pasamos sin él. Así que decidí que «comprar una corbata» ya no tendría sentido, pero hacer algo de lo que se sintiese orgulloso, sí: así que me esforcé en acabar el libro que empecé a escribir antes de que se muriera.
La verdad es que el libro nació como una especie de manual de creatividad para empresas cuyo único objetivo era compartir que la creatividad, como la vida, no es cuestión de técnica sino de actitud, porque las técnicas se olvidan y las actitudes se contagian. Y se contagian porque inspiran. El caso es que mi paso por Shackleton (una de las agencias de publicidad más prestigiosas de España) me dio la oportunidad de conocer a gente muy brillante a la que nunca vi usar conscientemente ni una sola técnica de creatividad, sin embargo había una cosa de la que no se podía prescindir: la inspiración y eso me dio la idea de escribir un libro lleno de estímulos creativos (la materia prima de la creatividad) ordenados en actitudes inspiradoras
Pero mientras escribía este libro mi padre se mudó a un ático en el cielo con mi madre. Y me di cuenta de que mi padre ha sido la persona que más me ha inspirado en este mundo. No a tener ideas creativas, pero sí a ser más feliz. Así que un libro con el nombre de Inspiritismo y que estaba dedicado al poder de la inspiración, me parecía incompleto si sólo hablaba de cómo aumentar el potencial creativo de las personas y no la capacidad de ser felices, que al fin y al cabo, es la más importante. Y no sólo es que sea más importante, es que además todos somos profesionales a tiempo parcial y personas a tiempo completo por lo que resulta imprescindible aprender a vivir con una actitud que haga la vida más fácil y más feliz a la gente que nos rodea y, lo más importante, a nosotros mismos. Y por ello decidí hablar de la creatividad a nivel profesional y también a nivel personal. 

El caso es que estoy convencida de que todo el mundo nace con un Don. Y también estoy convencida de que mi don no es la escritura. ni la música, ni el baile. Mi don es aprender, y en el libro comparto un montón de cosas que me ha enseñado gente muy brillante, pero justo hoy me he dado cuenta de que el libro en sí mismo (la forma en que se ha publicado) me ha enseñado un par de cosas que quería compartir:
 
– Primero me ha enseñado a sentirte orgulloso de lo que haces y a COMPARTIRLO. 
Me explico: cuando acabé de escribir el libro se lo mandé a varias personas a las que admiraba para que me dieran su opinión y lo mejoraran. Y gracias a eso me pasó una cosa muy curiosa: un día estaba en Barcelona en la despedida de soltera de una amiga mía esperando a que llegase todo el mundo para empezar un Tuppersex cuando de repente me llega al móvil el email de un amigo mío. Yo, que no conocía a mucha gente decidí hacer eso de tan mala educación de leer mails cuando no estás sola y lo que leí me impactó. En el mail mi amigo, que es copy (redactor creativo) y escribe mejor que bien me decía cosas técnicas en plan qué conceptos se podrían cerrar mejor, qué cosas no se entendían claramente, etc… Pero cerraba su email con un comentario que me impresionó. Yo en el libro hablo un poco de mi familia y él me decía algo así como que «tengo un problema con tu libro, me parece poco creíble porque tu familia es increíble» y claro no pude hacer otra cosa que contar ese comentario en voz alta (no sabía si era uno de los piropos más bonitos que me habían dicho nunca, o tomármelo como todo lo contrario, ya que cuando escribes un libro la finalidad última es que te entiendan)  y dio la casualidad que una de las chicas me empezó a hacer preguntas sobre el libro hasta que finalmente me dijo que trabajaba en Planeta y que le mandara el manuscrito. Moraleja no existe un lugar inadecuado para compartir tus proyectos. 
 
También me ha enseñado a que es bueno decir lo que piensas.
Me explico: yo todos los años por mi cumpleaños me regalo tres cosas: algo que no haya hecho nunca, algo que me encante hacer y unos zapatos. En el apartado de «Algo que no haya hecho nunca» hace cuatro años le mandé un email a Juan Carlos Cubeiro , me había leído varios de sus libros (como muchos empecé con el genial La sensación de fluidez) y también me hice fan de su blog hablemos de talento así que decidí mandarle un email cuyo asunto era: Hablemos de Arquímedes, y le contaba que Arquímedes sólo pedía un punto de apoyo para mover el mundo y que yo lo único que le pedía era la oportunidad de poder invitarle a un café para contarle una cosa que tenía en mente porque me interesaba mucho su opinión (no era el libro). El caso es que Juan Carlos no sólo no borró el mensaje sino que aceptó ese café dando pie a una amistad que sigue viva a día de hoy y de la que no puedo sentirme más orgullosa. Ya he dicho antes que mandé el manuscrito a gente a la que admiraba y claro, a Juan Carlos también se lo mandé y fue él quien valientemente me puso en contacto con su editor, Roger Domingo, quien también muy valientemente me invitó a reunirnos, y fruto de esa reunión hoy está el libro en las estanterías de la Fnac, Corte Inglés, Casa del libro etc…  
 
El caso es que de alguna forma fue gracias a un autoregalo de cumpleaños que me hice hace unos años que hoy tengo una maravillosa amistad con Juan Carlos Cubeiro y un libro en las librerías que, si os ha gustado lo que habéis leído, también podéis comprar  aquí.
 
Aprovecho un día tan especial para agradecer a todos los que han hecho posible el libro su participación: Juan Carlos Cubeiro, Roger Domingo, Sira Coll, Paula Carrión, Montse Salcedo, Rubés Turienzo, Sergio Fernández y Paco Roca.
Y os animo a haceros autoregalos de esos que no se pueden cambiar en el Corte inglés.

Me despido con unas palabras de Henry Miller que conocí gracias a mi amiga Patricia Mínguez y a una preciosa dedicatoria: según Henry Miller «El significado de un libro radica en que dé una nueva forma al mundo a través del individuo que lo lea» … y la verdad es que para mi el final del libro lo pone quien lo lee. Os deseo muchos finales felices.

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