Creo que fue Galileo el que dijo una vez que las matemáticas son el idioma que usa la naturaleza para explicar el universo. De lo que estoy segura es que ningún profesor de matemáticas que yo haya tenido me lo dijo. Quizás mis notas hubiesen sido algo diferentes… Con las matemáticas me ha ocurrido lo que alguna vez me ha pasado al viajar a ciertos países. Eso de tener una idea muy clara del país que vas a visitar, y que cambia de forma radical una vez lo has visitado. Y la mayoría de veces a mejor.
Pues exactamente eso es lo que me ha sucedido «con el idioma del universo», y también gracias a un viaje. Aunque en este caso literario. El libro en cuestión se llama «El tío Petros y la conjetura de Goldbach» y destroza página a página la imagen de que las matemáticas son una ciencia exacta y aburrida. Y rellena el hueco dejado por esa falsa creencia con la imagen de las matemáticas como una de las ciencias que no sólo premian más la creatividad, sino que además la «fuerzan». El libro escrito por Apostolos Doxiadis cuenta la extraña relación de un sobrino fascinado por su tío, al que toda la familia considera la oveja negra pero que atesora un brillante pasado como matemático. Usando como hilo argumental esta fascinación el autor nos cuenta la suya propia por las matemáticas, introduciendo personajes y problemas reales aún sin resolver como el que da título al libro: la conjetura de Goldbach.
En matemáticas se considera como conjetura a una proposición que se supone como verdadera pero que aún no está demostrada. La Conjetura en cuestión la formuló en 1742 el matemático prusiano Christian Goldbach en una carta dirigida al famoso físico matemático Leonhard Euler con el siguiente enunciado: «Todo número par mayor que 2 puede escribirse como suma de dos números primos.» y a día de hoy aún no está resuelta a pesar de ser uno de los problemas más famosos de las matemáticas y que numerosos matemáticos lo han intentado resolver durante siglos.
Si bien es verdad que sospechaba que las matemáticas son una disciplina infinitamente más interesante que resolver ecuaciones de segundo grado, y que es famosa porque existen problemas que durante siglos no se han resuelto, era absolutamente ignorante del papel tan importante que tienen estos «misterios sin resolver».
Este papel protagonista lo descubre el compañero de piso al sobrino del protagonista en este diálogo cuando en relación a este tema le pregunta:
– ¿Sabes qué contesto David Hilbert cuando sus colegas le preguntaron por qué no había intentado probar la hipotesis de Riemann, otro celebre problema aún por demostrar?
— No, no lo se. Instrúyeme.
— Declaró: (¿Por qué iba a matar a la gallina de los huevos de oro?) Verás, lo que quiso decir es que precisamente cuando los grandes matemáticos procuran resolver grandes problemas es cuando nacen los grandes matemáticas, los así llamados «resultados intermedios», aunque los problemas iniciales sigan sin resolver
Reconozco que me ha encantado el concepto de «resultados intermedios» frutos de una meta más amplia.
Siempre he defendido que la creatividad le debe más a la exigencia que tengas de ti mismo que al talento natural, y estoy convencida de que la creatividad está íntimamente ligada a la capacidad de formular metas atrevidas: cuanto más valientes sean las metas que nos propongamos, probablemente más creativos sean los resultados que obtengamos. Aunque no consigamos la meta en sí. Por ejemplo, si yo pienso ¿Qué puedo hacer para que mi producto abra el telediario de las tres? probablemente las posibilidades de que se me ocurra algo para generar notoriedad sobre el producto sean muy superiores a que si me pregunto que qué puedo hacer para que la gente conozca el producto en cuestión. Aunque lo que se me ocurra pensando en la primera meta no implique que al final mi producto salga en el telediario, pero sí lo que busco: que destaque y que la gente lo conozca. La primera meta es como «la gallina de los huevos de oro», es muy abierta y me puede permitir generar muchas posibilidades. La segunda es más bien como un «huevo duro» más alimenticia a corto plazo, pero seguramente también menos rentable.
Probablemente lo de que poner metas inalcanzables sea lo que posibilite obtener resultados infinitos no sea algo matemático. O sí.
Por si acaso…
Por cierto, el libro El Tío Petros y la conjetura de Goldbach es muy, muy recomendable. Independientemente de que te gusten las matemáticas.