Diversas investigaciones han demostrado que el juego y la creatividad están muy relacionados. Que de hecho, la parte del cerebro que se activa cuando estás pensando de forma creativa es la misma que se activa cuando estás jugando. Además, una actitud de juego también es positiva porque relativiza el miedo al fracaso que es uno de lo mayores «creaticidas»… Y eso está muy bien, pero a veces no funciona… ¿Y qué podemos hacer cuando ante una situación no podemos tomárnosla con actitud de juego? Pues podemos cabrearnos: porque al igual que el juego inhibe el miedo al fracaso, el cabreo hace lo propio con otra gran creaticida: «el conformismo». Porque pensemos ¿Cuál es el origen de los enfados? Pues justo eso, el no estar conforme con una situación… Así que cuanto más cabreado estés, menos conforme ante la situación estarás y más creativo seas.
Reconozcámoslo, vivimos en una sociedad en la que enfadarse está mal visto. Curiosamente los adultos se enfadan con los niños que se enfadan para que dejen de enfadarse (¿?), cuando el enfado ha tenido un papel fundamental en la evolución. De hecho inhiben nuestra agresividad de tal forma que nos convierten en sujetos pasivos e inactivos y se les olvida que la agresividad también tiene que ver con el valorarse a uno mismo (la confianza también está muy relacionada con la creatividad) y es tremendamente energizante (otro potenciador fundamental de la creatividad)
De hecho el famoso gurú empresarial Tom Peters arranca así su libro “Re-Imagina!»:
“…Siento la necesidad de ponerme a escribir este libro porque estoy cabreado. Ocurre que todo tipo de innovación procede, no de estudios de mercado, o de grupos perfectamente formados, sino de personas cabreadas.”
El único problema con el cabreo es que solemos enfadarnos con nuestros familiares, con nuestros amigos o con los vecinos, no con nosotros mismos, por no dar lo que podemos, o con las situaciones porque no son como nos gustaría… Así que lo interesante es buscar buenos motivos por los que enfadarse, enfadarse mucho y enfadarse bien.
Y como dicen que una imagen vale más que mil palabras, me despido con la imagen que da muestras del poder del cabreo como potenciador de la creatividad, aunque sea producto de un enfado vecinal. La historia tiene lugar en Utah, y la protagoniza Mark Easton y su vecino. El tal Mark disfrutaba de una vista privilegiada de las montañas hasta que un vecino construyó una casa en frente de la suya cuya ventana era 50 cm más alta de lo que las normas permitían. Mark denunció a su vecino y el ayuntamiento le obligó a reconstruir su casa medio metro más bajita… Y eso es lo que hizo. Pero por lo visto su enfado fue lo suficientemente grande para desatar su creatividad (plasmada en forma de ventana), y la disconformidad de Mark, que a pesar de que la reforma cumplía con las normas volvió a denunciarle al ayuntamiento porque la nueva reforma también estropeaba sus vistas.
Estas son las fotos que sacaron los técnicos del ayuntamiento:
Quizás no es que no seas creativo, quizás es que nada te ha enfadado lo suficiente…
Así que si algo no te gusta no te pongas triste, mejor enfádate porque, a veces, «la creatividad supera a la aflicción»