El otro día asistí a una genial tertulia artística organizada por Art & Fun que giraba en torno a Andy Warhol en la que dijeron algo que me impactó. Comentaron que a Warhol no le dio por pintar objetos cotidianos porque quería retratar pseudobodegones del siglo XX, o desafiar el concepto del arte en aquel momento al retratar un producto de masas más propio de un cartel de publicidad que de una obra de museo… el principal motivo por el que a Andy Warhol le dio por pintar las ya archifamosas sopas Campbel se debe a que uno de sus profesores le dio un consejo que él siguió a rajatabla. Su profesor le dijo: -pinta lo que te guste-. Y a Warhol le encantaba esta sopa. Así que casi podríamos decir que es al consejo de un profesor a un alumno al que le debemos el nacimiento del arte POP.
Y es que la mayoría de personas que han triunfado en diferentes profesiones tienen una única cosa en común: les encanta lo que hacen. Así de sencillo. Pero quizás el ejemplo que mejor ilustre esta intrínseca relación no lo protagonice Warhol y su sopa, o Jobs y sus tipografías sino Albert Payson Terhune y su perro. Y es que según cuenta Isaac Asimov en el libro de los sucesos Albert Payson Terhune es uno de los escritores más famosos del siglo XX en EEUU; De joven supo que quería dedicarse a ser escritor pero no sabía muy bien sobre qué escribir, así que «con más huevos que neuronas» decidió que una buena idea para escribir un libro sería ingresar en una leprosería para conseguir material para una novela y sí consiguió material pero no consiguió triunfar. Sin embargo Albert no cambió su idea de acabar siendo un famoso escritor pero sí cambió el tema sobre el que escribir. Después de su experiencia en la leprosería pensó que sería interesante ponerse en la piel de un boxeador así que decidió luchar contra seis de los mejores boxeadores de peso pesado de la época. Pero ni con esas. Así que Albert después de experimentar escribir sobre experiencias desconocidas y desagradables para él decidió darse una tregua y escribir sobre algo que conocía y que le gustaba: su perro. Su primer libro sobre su perro se editó en 1919 fue un best seller que incluso a día de hoy sigue publicándose.
Es evidente que el hecho de que te guste algo no implica que vayas a triunfar en ese algo, sin embargo si parece que es un requisito -que aunque no único- sí resulta imprescindible.