La Felicidad no existe.

“ Los reyes magos no existen ”

“ El ratoncito Pérez no existe ”

“ Los unicornios no existen ”

-“Mamá, ¿Cuándo seré lo suficientemente mayor para darme cuenta de que el Príncipe Azul no existe?”-

Se supone que saber distinguir lo que existe en la realidad de lo que existe en nuestra imaginación es un signo de madurez. Por eso, ¿Cuándo se supone que seremos lo suficientemente maduros para darnos cuenta de que la felicidad no existe?

Porque no existe.

Pero no es que no exista como no existen las hadas o Papá Noel. No. La felicidad no existe como no existe la salsa de tomate perfecta o el refresco de cola perfecto. Y es curioso, porque si hay una marca asociada a la Felicidad, es Coca Cola, pero sin embargo fue Pepsi quien, sin saberlo, al buscar su punto exacto de dulzura, abrió una nueva autopista en el mundo del marketing, en el de la felicidad, pero sobre todo, en el del ser humano.

Todo empezó cuando Pepsi contrató a Howard Moskowitch, Doctor en Psicología Experimental por Harvard. El motivo de su contrato es que Moskowitch era un “mago de las mediciones” capaz de leer lo que dicen los datos -y lo que no dicen- para orientar a las empresas a tomar buenas decisiones de cara al consumidor… Si la información es poder, Moskowitch hacía a las empresas más poderosas. El caso es que Pepsi acababa de descubrir un nuevo edulcorante, el aspartamo, y querían saber cuál era la cantidad exacta que debía tener cada lata de Pepsi light para tener la dulzura perfecta. Los estudios les habían mostrado que menos del 8% era demasiado poco y que más del 12% era demasiado. Pero entre el 8 y el 12 había demasiadas posibilidades así que contrataron a Moskowitch para que encontrase el porcentaje de edulcorante perfecto. En principio no parecía un reto complicado, sólo había que fabricar refrescos con todas las variaciones porcentuales posibles que había entre el 8 al 12%, darlos a probar a mucha gente y luego elegir la cantidad que obtuviese más votos. Y ahí es donde empieza lo complicado.

Contra todo pronóstico, los resultados mostraron que no había un ganador claro y eso hizo que Moskowitch tuviera la sensación de que su experimento -en busca de la dulzura perfecta- había sido un fracaso. Pero dicen que no hay fracaso más grande que el no aprender de los errores y éste en concreto le enseñó una verdad que revolucionaría el marketing. Y es que cuando estaba en otro proyecto Moskowitch por fin entendió el motivo del fracaso, que no fue el resultado del experimento en sí, sino el planteamiento del problema. Moskowitch se dio cuenta de que el error radicaba en poner su atención en buscar la Pepsi Light perfecta, porque no existe,  lo que existen son varias Pepsis Light Perfectas. Literal y metafóricamente.

Esta teoría que le sugirió su experiencia con Pepsi se convirtió en práctica cuando la marca de salsas de tomate Prego tuvo la misma ambición que Pepsi: encontrar su salsa de tomate perfecta, hasta que el mago de la medición les dijo que no, que si se enfocaban en encontrar un sabor universal, una salsa de tomate platónica que gustase a todo el mundo, iban a fracasar, podrían hacer hacer una muy buena salsa de tomate que gustase a mucha gente y que encantase a muy pocos… y es que Moskowitch había llegado a una conclusión revolucionaria: la naturaleza de la perfección es plural. Y desde esa conclusión sugirió a la marca Prego hacer experimentos para buscar las salsas de tomate perfectas para los espagueti, y de allí nacieron tres sabores que que ahora son de lo más común, pero que fueron toda una revolución en los paladares, en las ventas y en la historia del marketing: las salsa picante, la normal y la más espesa.

Y eso que nos ha quedado claro en el marketing y en la comida, se nos olvida de la felicidad – que como la salsa de tomate perfecta- también es plural: la felicidad no existe, existen las felicidades, aunque nosotros nos empeñemos hacer con la felicidad lo que Pepsi Y Prego con sus productos… No sólo pensamos que hay una felicidad universal, sino que estamos convencidos de que, casualmente, ese concepto de felicidad universal coincide con el nuestro y no perdemos ocasión para intentar imponerlo en forma de consejo o de opinión.

Pero lo bonito de que existan las Felicidades no es que cada uno tenga la suya, es que cada uno tiene las suyas. A mí hay muchas cosas que me hacen feliz, pero una de las más extrañas puede que sea mi afición a ir a Iglesias de vez en cuando. Hace unos años cuando estaba paseando por San Francisco, en uno de esos días que hacía frío por fuera y por dentro, decidí ir a mi iglesia favorita de allí.Me gustan las iglesias porque suele haber silencio cuando se necesita… pero ese día en concreto no. Era entre semana, la iglesia era cristiana pero no católica y estaban ordenando sacerdotes. Muy raro. El caso es que quien les ordenaba dijo una cosa que no quiero que se me olvide nunca (aunque es evidente que se me olvida a ratos)… Dijo que todos somos luz… y que está muy bien dar consejos de vez en cuando (iluminar) pero lo verdaderamente bonito y poderoso es dar calor.

Es curioso que años más tarde Aurea Benito -que no es «pastora» pero sí directora de recursos humanos, aunque ella más que ·dirigirlos, los «primavera» las hace de sol y de lluvia y saca lo mejor de ellos. Y de mi.- hiciese con ese consejo lo que muchas veces se hace con las apuestas: lo vio y lo subió. Me dijo que había una frase perfecta para dar calor, pero que de tanto usarla se nos había olvidado lo que significa: «Te acompaño en el sentimiento»: si estás triste, respeto tu tristeza, si estás alegre, respeto tu alegría…

Es ridículo que lo que hemos aprendido de la salsa de tomate -«para gustos, colores»- se nos olvide de la felicidad. Nadie en su sano juicio intentaría convencer a otra persona de que la salsa de tomate picante es mejor que la normal. Sin embargo, nos falta tiempo para dar consejos a los demás sobre cómo ser más felices «deja a ese chico, no te interesa», «cambia de trabajo si ya no puedes más», «no cambies de trabajo hasta que tengas otro mejor» «ahorra dinero por lo que puede pasar» etc, etc, etc..  El primer paso para ser feliz, es entender que cada uno es ser feliz a su manera.

En física se dice que el frío no existe, que lo que existe es la falta de calor. Quizás a la tristeza le pasa lo mismo que al frío, y simplemente es la ausencia de felicidad, y el primer paso para recuperarla sea sentirnos respetados y acompañados, y que gracias a ese calor cada uno encuentre su propia luz, esa que le indica el camino de su felicidad -que puede o no coincidir con el nuestro- porque aunque la felicidad no existe, las felicidades, sí.