Tener un diálogo interior sano, es fundamental para tener una vida sana, pero no es suficiente. Somos la historia que nos contamos, es decir, somos nosotros mismos quienes construimos nuestra identidad, y para construir una buena identidad de ti mismo no sólo has de tener en cuenta cómo te hablas, también tienes que considerar cómo hablas a los demás y cómo te habla la sociedad.
Hay mucha literatura en torno a un mejor diálogo interno. Y la mayoría coinciden en afirmar que conforme “construimos nuestras frases” construimos nuestra realidad”. Por ejemplo, no es lo mismo decir “Estoy súper enamorada PERO vive a 300km” que “estoy súper enamorada Y vive a 300km”, la realidad es la misma, pero la forma en que nos afecta esa realidad, no. Y sólo con un cambio de preposición. Como tampoco es lo mismo describir una situación que cuestionarla. Es decir, no es lo mismo decir “no puedo irme de vacaciones” que “¿cómo puedo irme de vacaciones?” Cambiar una sola palabra supone todo un cambio en la dirección de pensamiento. Y de actitud. Y lo mismo sucede si lo que cambiamos es el sujeto. No es lo mismo decir “mi jefe no me entiende” que “aún no he encontrado la manera de comunicarme efectivamente con mi jefe”. En la primera frase el protagonista es el jefe -y no lo puedes cambiar-, y en la segunda eres tú, y a ti te puedes cambiar siempre. Hay miles de ejemplos de lo importante que es tener un diálogo interior sano para tener una vida interior sana.
Pero no es suficiente.
También es imprescindible tener en cuenta cómo hablamos a los demás y cómo nos habla la sociedad. Por ejemplo, construimos nuestra identidad con cada cosa que decimos. No es lo mismo decirle a alguien: “no me mientas” que “ten la confianza de decirme lo que quieras”. En la primera frase construyes en quien la escucha una identidad de mentiroso, y en quien la dice, de desconfiado. Sin embargo, en la segunda, quien la dice se construye una identidad de persona segura de sí misma que además traslada esa seguridad a quien la escucha. Otro ejemplo, no es lo mismo decir “perdona llego tarde, soy un desastre” que “gracias por tu paciencia”. En la primera, quien la dice construye una identidad de desastre y quien la escucha de “mártir” y en la segunda, no. En la segunda no reafirmas tu identidad de impuntual y además construyes en quien la escucha una identidad de persona paciente y comprensiva. Mejor, ¿no?
Y por último, pero no menos importante, a la hora de construirnos una identidad es fundamental escuchar lo que nos dice la sociedad. Harari afirma que lo que más diferencia al ser humano de otros animales es nuestra capacidad de imaginar colectivamente. Y colectivamente hemos imaginado unos cánones de belleza, una idea de felicidad, de éxito, etc… que no sólo varían en el tiempo sino también en distintas sociedades. Por ejemplo, en la actualidad en el mundo occidental el suicidio es considerado como uno de los mayores actos de cobardía, sin embargo, en la cultura maya suicidarse era el más alto acto de valor. La acción es la misma, pero la interpretación que hacemos de la misma, no. En occidente el divorcio se ve como fracaso, pero en otras culturas cambiar de pareja se ve de lo más normal, por eso a la hora de sentirnos tristes o fracasados es muy importante detectar si nos sentimos así porque no cumplimos con unos estándares que nos ha impuesto la sociedad, que no hemos elegido libremente. Y si es así, ¿por qué estar triste si no cumplimos con una normas que ni si quiera hemos elegido?
Por eso, a la hora de construir una identidad es tan importante fijarnos no sólo en como nos hablamos, sino también en cómo hablamos a los demás y en cómo nos habla la sociedad. Si te interesa podrás encontrar mucha información sobre cómo hablarnos mejor, cómo hablar mejor y cómo escuchar mejor en mi libro TODO CUENTA que podrás encontrar aquí: https://amzn.to/2Mdd7PW